Cuando el amor del Señor Jesús nos tocó por primera vez, nos arrepentimos y confesamos Su nombre, un gozo desconocido llenó nuestros corazones. ¡Qué gran gozo fue ser perdonados y nacer de nuevo! Bien, pues el deseo de Dios es que mantengamos nuestro gozo toda nuestra vida, depositado en la salvación maravillosa que Dios efectúa. Esto no es solo para unos cuantos; es normal para los hijos de Dios, como podemos ver en 1 Pedro 1:8: “Os alegráis con gozo inefable y colmado de gloria”.
Nunca perdemos la eternidad de nuestra salvación, pero debemos admitir que en ocasiones perdemos el gozo de ella. Veamos dos de las razones por lo que esto sucede, cómo podemos recuperarlo, y qué hábitos debemos desarrollar para tener una vida diaria llena de gozo.
1. El pecado causa que perdamos el gozo de nuestra salvación.
En primer lugar, los pecados que cometemos perjudican nuestra felicidad. Aunque somos salvos, todos pecamos, fracasamos delante del Señor o lo desobedecemos. Y después de pecar, sentimos que algo anda mal; sentimos una barrera entre el Señor y nosotros.
Isaías 59:2 nos dice: “Pero vuestras iniquidades han venido a ser una separación entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros Su rostro de modo que Él no os oye”.
Nuestros pecados nos separan de Dios, puesto que Dios en su justicia no puede tolerar el pecado. Por esto incluso una transgresión pequeña crea una barrera entre Dios y nosotros. Tanto sean pecados grandes como pequeños logran que perdamos el gozo de nuestra salvación.
2. Contristar al Espíritu que mora en nosotros causa que perdamos el gozo de nuestra salvación.
Romanos 8:9 nos dice claramente que “El Espíritu de Dios mora en vosotros”. Cuando recibimos al Señor Jesús como nuestro Salvador, Él no solamente nos redimió, sino que también vino para morar en nosotros en Espíritu. Ahora ya no vivimos solos; tenemos a otra Persona viviendo en nosotros, Él, que tiene Sus propios pensamientos, sentimientos y preferencias. Cuando somos uno con el Señor, que vive dentro de nosotros, Él se alegra. Y cuando Él está alegre, nosotros también lo estamos.
Pablo dijo en Efesios 4:30: “Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, en el cual fuisteis sellados para el día de la redención”.
Contristar al Espíritu Santo es disgustarlo. El Espíritu Santo habita en nosotros para siempre (Juan 14:16-17), nunca nos deja. Por lo tanto, es contristado cuando no andamos conforme a Él (Romanos 8:4), esto es, cuando no vivimos conforme al principio de la realidad y la gracia en nuestro andar diario”.
Supongamos, por ejemplo, que queremos ir a cierto lugar. Sin embargo, cuando pensamos en ir, nos sentimos incómodos. Este sentimiento nos dice que el Señor no quiere que vayamos, pero aunque razonamos con nosotros mismos y nos decimos que está bien ir, el sentimiento de incomodidad permanece; El Señor Jesús, quien está en nosotros, sencillamente no quiere ir. No obstante, en vez de ser uno con el Señor, vamos de todas maneras. Al no seguir Su sentir, lo contristamos y lo hacemos infeliz, y cuando Él se contrista, es imposible que nosotros estemos felices.
¿De qué manera recuperamos y mantenemos el gozo de nuestra salvación?
Nuestro gozo en la vida cristiana en ocasiones es esquivo. Pueda que hasta nos encontremos clamando al igual que el salmista lo hizo: “Devuélveme la alegría de tu salvación”. Salmo 51.12 ¿Qué podemos hacer para recuperar la alegría en estas circunstancias, y cómo podemos en primer lugar, evitar perder esta alegría?
De igual manera que una flor delicada es mantenida y nutrida con el suelo, agua y rayos de luz apropiados, nuestro gozo es preservado en las condiciones adecuadas. Los siguientes cuatro hábitos saludables nos proveen las condiciones adecuadas para mantener nuestro gozo.
1.Debemos confesar nuestros pecados inmediatamente.
Tanto sea nuestro pecado una transgresión pequeña o una ofensa seria, debemos confesarlo al Señor. Por supuesto que en él está incluido contristar al Espíritu. Cada vez que nuestra conciencia nos alerta de que hemos pecado, no debemos esperar sino confesarlo al Señor. 1 Juan 1:9 dice: “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Cuando confesamos, Dios es justo y nos limpia. El problema del pecado es tratado, nuestra comunión es restaurada, y podemos disfrutar de nuevo el gozo de nuestra salvación.
Aprender a confesar sin retrasarnos es un buen hábito que podemos desarrollar. No hay necesidad de esperar, y entre más rápido confesemos nuestros pecados y fallos al Señor, más pronto podremos disfrutar la dulce comunión con Él una vez más.
2. Debemos tomar la Palabra de Dios como nuestro alimento espiritual diario.
Todos sabemos lo malhumorados e irritados que nos ponemos cuando no hemos comido y físicamente tenemos hambre y estamos malnutridos. Pues espiritualmente experimentamos lo mismo, cuando no hemos comido el alimento espiritual de la Palabra de Dios. Si pasamos tiempo a diario deleitándonos en el Señor, en Su Palabra, la Palabra de la cual nos alimentamos, llega a ser el gozo y la alegría de nuestro corazón durante todo el día.
Comer el alimento físico es un gozo para nosotros, pero comer la Palabra de Dios nos trae un verdadero disfrute y satisfacción interior. El hábito diario de tomar la Palabra de Dios como nuestro alimento espiritual, nos ayudará a mantener el gozo de la salvación de Dios.
3. Debemos hablar al Señor en oración todo el tiempo.
No es necesario que nos arrodillemos y de manera solemne recitemos una oración específica cuando oremos a Dios. Más sencillo que eso, podemos abrir nuestro corazón e inmediatamente hablar con el Señor Jesús de forma personal. A cualquier hora del día o por la noche, podemos hablar con Él. En Juan 16:24 el Señor Jesús nos dijo: “pedid y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido”. Hablarle en oración de todas las cosas nos trae gozo. Hasta podemos orar sencillamente invocando el nombre del Señor.
Al abrirnos al Señor en oración, no solamente en momentos establecidos o cuando tengamos un acontecimiento importante, sino todos los días y durante todo el día, fortalecemos nuestra relación amorosa con Él. Y al permanecer en comunión con Él, mantenemos nuestro gozo.
4. Debemos tener comunión con otros cristianos de forma regular.
Tener comunión con otros cristianos también nos ayuda a mantener nuestro gozo en el Señor, porque uno de los gozos de nuestra vida cristiana es que los creyentes nos reunamos con otros que aman a Jesús.
Respecto a la comunión de los creyentes, 1 Juan 1:3-4 nos muestra que tener una comunión cristiana que es genuina, no es un deber o un ritual sino un asunto de gozo, incluso gozo pleno:
“Lo que hemos visto y oído, os lo anunciamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros… Estas cosas os escribimos, para que nuestro gozo sea cumplido”.
Reunirse con otros creyentes para leer la Biblia, hablar acerca de Cristo y alabar al Señor se destacan en nuestra experiencia cristiana. Experiencia que nos refresca, anima y nos hace llenos de gozo.
Que podamos ser los que se esfuerzan por establecer estos hábitos saludables en nuestra vida diaria. Al confesar nuestros pecados, alimentarnos de la Palabra de Dios, hablar al Señor en oración y juntarnos para tener comunión con otros cristianos, podemos mantener un gozo que rebosa en nuestras vidas cristianas.
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