Hay creyentes que afirman que sus tentaciones son más fuertes que las de los demás, pero esto no es así. Las escrituras nos enseñan que las tentaciones son iguales para todas las personas, y que Dios no permitirá que nadie sea tentado más de lo que pueda soportar, pues junto a la tentación nos mostrará el camino para que logremos salir de ellas. (1Corintios 10:13).
Cuando los cristianos somos tentados, inmediatamente comenzamos a formularnos (a nosotros mismos) la decisión correcta que debemos tomar, pero no estamos solos; el Señor nos promete enviar su Espíritu para ayudarnos a rechazarlas, para guiarnos, y para darnos la fuerza que necesitamos para soportar cualquier tipo de tentación. Además, podemos acercarnos confiadamente a su trono para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (Hebreos 4:16).
No es de sabios tomar las tentaciones livianamente; es un serio error ya que la mayoría de los que han caído en pecado son personas que se creyeron muy fuertes para soportarlas. El mundo y su maldad nos ofrecen a diario un sin fin de tentaciones, por lo que no podemos afirmar rotundamente que somos inmunes a ellas. Lo más inteligente por nuestra parte será alejarnos cuando se presenten.
Para disminuir su poder sobre nuestras vidas debemos evitar factores de riesgo, como poseer objetos que puedan ser causa de tentación, o guardar en el corazón sentimientos como la codicia y el rencor. Para resistirlas, es fundamental alimentar a diario una relación de amor con Dios, pues solo Él nos puede dar la suficiente luz para sacarnos de cualquier oscuridad.
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