Génesis 12:1-9
I. Obedecer a los planes de Dios requiere la separación absoluta del mundo. 1-3
Dios llamó a Abraham en Ur de los Caldeos (Hechos 7.2–4), y éste se quedó en Harán hasta la muerte de su padre (Génesis 11.27–32). Dios exige una total separación para Él, incluso si es necesaria la muerte para lograrlo. Este llamamiento era completamente por gracia, y las bendiciones de todo el pacto se debían a la bondad de Dios. Dios le prometió a Abraham:
- (1) una tierra;
- (2) un gran nombre;
- (3) una gran nación; y
- (4) una bendición que se esparciría por todo el mundo.
II. Obedecer a los planes de Dios requiere una confianza absoluta en Él.
- Dejar la seguridad económica, política y material.
- Dejar la seguridad familiar y social.
- Disposición a aceptar lo desconocido.
Veamos el caso de Abram por cuanto no tenía hijos, y él y su esposa estaban envejeciendo (Génesis 11.30). Nótese la repetición de la palabra «Haré» en los labios de Dios. Él lo haría si tan solo Abraham creía.
No cabe duda que Dios ha cumplido sus promesas, porque Israel tiene su tierra (y tendrá más); los judíos han bendecido a todas las naciones al darnos la Biblia y a Cristo; y el nombre de Abraham lo reverencian judíos, musulmanes, cristianos y hasta incrédulos. Los hombres de Babel querían hacerse un nombre para sí mismos y fracasaron (Génesis 11.4); pero Abraham confió en Dios y Dios le dio un gran nombre.
III. Obedecer a los planes de Dios requiere paciencia durante nuestro peregrinar. (Génesis 11;4-6)
Aquí encontramos una frase que quizá muchos la pasamos por alto, «Lot fue con él» Génesis 11;31; la verdad es que este fue el error número dos. El padre de Lot, Harán, había muerto (Génesis 11.28), de modo que Abraham tomó al joven bajo su protección, y se creó serios problemas.
Más adelante, Dios tuvo que separar a Lot de Abraham antes de poder avanzar su plan para la vida del patriarca. No se cuenta su largo viaje desde Harán a Canaán, pero es cierto que exigió fe y paciencia para finalizarlo.
Es fácil ver que Abraham era un hombre rico, pero su riqueza no fue un obstáculo para andar con Dios. Los viajeros llegaron a Siquem, «el lugar del hombro».
IV. Obedecer a los planes de Dios requiere testificar de la fe a donde quiera que vamos.
La obediencia siempre conduce a la bendición.
Después de que Abraham llegara a Canaán, el Señor se le apareció para darle seguridad adicional. Abraham no vaciló en confesar su fe ante los paganos de la tierra. A dondequiera que iba levantaba su tienda y edificaba un altar.
La tienda habla del peregrino, una persona que confía en Dios todos los días y siempre está listo para mudarse.
El altar habla del adorador que trae sacrificio y lo ofrece a Dios. Es interesante que el lugar de Abraham, Bet-el («casa de Dios») estaba al oeste, Hai («montón de ruinas») estaba al oriente y Abraham avanzaba hacia «la casa de Dios». En Génesis 13.11 Lot le dio la espalda a la casa de Dios y avanzó hacia el Este, de regreso al mundo, con resultados desastrosos. También, siempre que Abraham se apartaba de la voluntad de Dios, perdía su tienda y su altar.
Gracias por ser de bendición con sus publicaciones
ResponderEliminarGracias a ti, Miguel. Lo seguiré intentando bajo la gracia de Dios.
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