Entonces los escribas y fariseos le trajeron a Jesús una mujer sorprendida en adulterio y poniéndola en medio de él, le dijeron: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo del adulterio y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres, Tú, pues, ¿qué dices? (Juan 8:3-5).
Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. (Efesios 2:8 y9).
Hay muchas personas en el mundo que siguen pensando, convencidas de ello, que por ser buenas personas, por haber tratado siempre de hacer el bien, o por tener compasión y misericordia de los más necesitados, tienen asegurada su paz con Dios y la entrada al cielo.
Por otra parte, hay muchas iglesias llenas de cristianos moralistas. Son personas con muchas responsabilidades en la iglesia, manejan finanzas, organizan eventos, están en todas las reuniones y no pierden ninguna de las vigilias, los ayunos y los retiros.
Usted y yo también estamos entre estos dos grupos, los dispuestos a tirar las piedras o de aquellos pocos que vienen quebrantados a los pies del Señor. Ambos somos grupos de pecadores y ninguno estamos exentos de tal condición. Hijos del primer Adán somos todos.
Y aquí debemos tener claro que todos necesitamos la compasión de Jesús, su misericordia y el toque sublime de su gracia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario