martes, 3 de abril de 2018

No puedo… ¡tengo miedo!

“Sean firmes y valientes, no teman ni se aterroricen ante ellos, porque el Señor tu Dios es el que va contigo; no te dejará ni te desamparará.”
(Deuteronomio 31:6.) 
Que alce la mano quien alguna vez no ha sentido temor a algo o a alguien.
Resultado de imagen de el cocoDesde que fuimos niños, el temor entró a molestar en nuestra vida, y todo porque fuimos criados en la cultura del miedo. Recordemos que el temor a la  oscuridad fue el primero que experimentamos, porque nos enseñaron a relacionar las sombras con lo maligno y tenebroso, a temer que se nos aparezcan diablos, fantasmas o seres de ultratumba. Inclusive algunos padres y maestros apegados a lo religioso, aportaron también al amenazarnos con la cantinela diaria: si  te portas mal, va a venir el “coco”.
Acerca de nuestras faltas y travesuras infantiles, se nos dijo que por ellas iríamos al infierno, en donde sus habitantes nos someterían a torturas eternas, tales como ingerir plomo derretido.
En la escuela también había historias de duendes, fantasmas, etc. Para sustentar toda esta cultura del miedo, no faltaron lúgubres leyendas que nos obligaban a dormir temprano y sin sueño, alimentadas por el cine con sus personajes tradicionales desde  Drácula, Frankestein, y el  destripador de Londres, hasta  Jeison, Freddy Kriüger, Chuky y otros más, de los cuales los chicos modernos ya no huyen, más bien son sus admiradores.
Las doce de la noche fue declarada una hora fatídica, porque según el mito, era la hora en que salían a su ronda habitual las almas en pena y otros aparecidos.
Sustentados por aquellos temores costumbristas, se ha creado otro tipo de miedos: aquellos que no dejan a las personas desarrollarse plenamente en la sociedad, tales como: temores al fracaso, a la pobreza, al dolor, a la inseguridad, a la enfermedad, a la muerte, etc., que al igual que los anteriores, han sido inculcados, directa o indirectamente desde la infancia, convirtiéndose luego en esos traumas, complejos o fobias, que coartan la espontaneidad de la gente.
Mi amigo/a, ¿eres tú una de tantas víctimas de esos temores que paralizan tus planes, tus actos, tus decisiones, que no te permiten una buena comunicación con el resto de la gente,  que no te dejan avanzar con naturalidad por la vida, y que te han convertido en un ser introvertido, individualista o huidizo? … Pues a lo mejor has buscado -sin éxito- ayuda en todo, desde el psiquiatra, la meditación y en los libros, hasta en el alcohol, las drogas, o consultas a las cartas, el tarot y los brujos.
De ser así, no olvides acudir a las fuentes de las Sagradas Escrituras, en cuyas páginas hay infinidad de contenidos que te enseñarán a salir del miedo, a confiar en Dios, a dominar tus emociones, a superar las cargas, a sobrellevar éste y todo tipo de problemas, pero no a tu manera, sino a la de Él. Por algo es el mejor siquiatra del universo, y el especialista  en imposibles.

Afiánzate en lo que dice su Palabra: 

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio…”  (2 Timoteo 1:7)

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