lunes, 30 de abril de 2018

Evidencias de la Resurrección

Lucas 24:6 “…No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea…”
La resurrección es la doctrina fundamental del cristianismo. En contraste con la realidad de la resurrección de Cristo, ninguna otra religión está basada en la resurrección de su líder. La resurrección de Jesucristo que se menciona en todos los evangelios, es confirmada por los siguientes hechos:
1. La tumba vacía.
Lucas 24:2-3 “…Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús…”.
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A. Si los enemigos de Jesús hubieran tomado su cuerpo, seguramente lo habrían mostrado para probar que Él no había resucitado.
B. Si los discípulos hubieran tomado su cuerpo, nunca habrían sacrificado su vida y sus posesiones por lo que sabían que era una mentira.
La tumba vacía revela que Jesucristo sí resucitó y que verdaderamente era el Hijo de Dios.
2. La seguridad y valentía con la que los discípulos hablaban.
Hechos 4:19-20 “…Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído…”

A. La valentía, el poder, el gozo y la devoción de la iglesia primitiva.
B. Si Jesús no hubiera resucitado y no se les hubiera aparecido, ellos nunca habrían tenido el cambio del desaliento a la alegría, a la valentía y a la esperanza.
Lucas 24:52-53 “…Ellos, después de haberle adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo; y estaban siempre en el templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amén…”
3. La escritura del Nuevo Testamento.
1 Corintios 15:12,14 “…Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación y vana es también vuestra fe…”

1 Juan 1:1-3 “…Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida. 2 (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó); 3 lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo…”
El Nuevo Testamento fue escrito por hombres que dieron su vida por la verdad y la justicia que enseñó Jesús. Nunca se habrían tomado la molestia de escribir acerca del Mesías y de su enseñanza si la carrera de Cristo hubiera acabado en muerte y desilusión.
4. El bautismo en el Espíritu Santo y las manifestaciones que lo acompañaron dentro de la iglesia.
A. El derramamiento del Espíritu Santo el día de Pentecostés, es prueba de que Jesús había resucitado y había sido “exaltado por la diestra de Dios”.
Hechos 1:3-5 “…a quienes también, después de haber padecido, se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. 4 Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí. 5 Porque Juan ciertamente bautizó con agua, más vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días…”
Hechos 2:32-33 “…A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. 33 Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís…”
B. Si Cristo no hubiera resucitado, no existiría la experiencia del bautismo en el Espíritu Santo.
Juan 16:7 “…Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré…”
En quinto lugar podemos decir que los millones de personas que durante los últimos dos mil años han experimentado en su propia vida la presencia de Jesucristo y el testimonio del Espíritu Santo, incluyéndonos nosotros; es la evidencia más grande de que Cristo resucitó. Amén.

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