viernes, 24 de noviembre de 2017

Sé feliz aunque puedas fallar

El título de este escrito forma parte de uno de los versos de una popular canción romántica, y tiene un inmenso sentido. Generalmente es normal tener temor a la incertidumbre. No nos gusta desconocer lo que va a pasar, ni tampoco esperar los resultados de algo. Si fuera por nosotros, desearíamos que la instantaneidad del café se extrapolara a todos los asuntos de nuestra vida, pero sabemos que esto no es así.
Siempre queremos “hacer las cosas bien” o “tomar buenas decisiones” y terminamos haciéndolo todo al revés. A veces a sabiendas, pero otras, con la convicción de que era lo mejor, y eso es lo que más duele. Pero por lo general, cuando nos hemos equivocado muchas veces o, usando un término más animador, no hemos acertado en distintas oportunidades, cambiar a verlo todo en positivo ayuda a que las podamos incorporar más fácilmente a nuestra historia personal. Es una forma muy usada en psicología con la que evitamos la secuela de un temor... casi paralizante. Como ya tenemos la experiencia del fracaso, volverlo a intentar es casi como una experiencia kamikaze de la cual es IMPOSIBLE sobreponerse. Este miedo te paraliza, te deja en pausa, como cuando estás viendo una película y debes ir por más refresco o a contestar el teléfono; cuando ves de nuevo la película, ya no es lo mismo.
Los daños que nos producen nuestras heridas de guerra no se borran y son difíciles de ocultar. Quien no nos vea y se relacione con nosotros, ve que venimos de un campo de batalla y que las trincheras han hecho lo suyo en nuestras vidas. Sin embargo, estas cicatrices nos hacen especiales. Las gracias de estas heridas de guerra es que son ÚNICAS, ninguna es igual a la otra y eso nos hace muy especiales.
Ahora bien, una cosa es quedarse siempre en el campo de batalla como si camináramos diariamente por un campo minado, y la otra es tomar vigor y confianza para dar pasos más seguros. Cualquiera de las dos decisiones que tomemos será clave y vital al final de nuestra historia.
Lo cierto es que tú decides cómo llevas esas cicatrices, y si a partir de ellas tomas el coraje para seguir atreviéndote. Es como cuando te rompen el corazón en una relación; tienes dos caminos, uno es poner tu corazón de piedra y decidir quedarte sola/o para siempre, y la otra es entender que un corazón roto significa que lo intentaste y que estás más cerca de que no te lo vuelvan a romper. La decisión que tomes es tan definitoria como el ser feliz. Ser feliz es una decisión, como también lo es amar.
Lo más probable en que en el camino hacia la felicidad te encuentres con muchos obstáculos y barreras que te alejen de ese propósito, y puede que te desanimes y que dejes de creer que es posible. También puedes equivocarte (como el 100% de la población mundial, no te creas tan especial), y entonces vienen las dos visitas menos útiles del mundo: Culpa y Cuestionamiento. En cuanto asomen la cabeza por la puerta, échalas fuera… ¡no sirven de nada! Cuando se hayan ido, vuelve a levantarte y sé feliz aunque puedas fallar.

¡Sé feliz aunque puedas fallar!

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