domingo, 29 de enero de 2017

Truenos y relámpagos

Voz del Señor que derrama llamas de fuego. Salmo 29:7
Hace muchos años, pescaba con un amigo en una laguna, cuando empezó a llover. Nos refugiamos en un bosque de álamos pero la lluvia no cesaba. Entonces, decidimos dar por terminado el día y correr hasta la camioneta. Acababa de abrir la puerta, cuando un relámpago cayó como una bola de fuego en el bosque, tronando y arrancando las ramas de los árboles, y dejándolas ardiendo. Después, reinó el silencio.
Quedamos temblando y pasmados.
Los relámpagos destellan y los truenos recorren nuestro valle y eso me encanta… a pesar de lo que me pasó. Disfruto al ver el poder en su máxima expresión. ¡Voltaje! ¡Estridencia! ¡Conmoción y pavor! La tierra y todo lo que hay en ella tiembla y se sacude. Luego viene la quietud.
Me encantan los relámpagos y los truenos porque son símbolos de la voz de Dios (Job 37:4), que habla con un poder estupendo e irresistible a través de su Palabra: «Voz del Señor que derrama llamas de fuego; el Señor dará poder a su pueblo; el Señor bendecirá a su pueblo con paz» (Salmo 29:7, 11). El Señor da fuerzas para soportar, ser pacientes y bondadosos, sentarnos en silencio, levantarnos y andar, y no hacer nada en absoluto.
Que la paz de Dios sea contigo.

Señor, aquieta mi espíritu en las tormentas de la vida y dame fuerzas para atravesarlas.
La fe conecta nuestra debilidad con la fortaleza de Dios.

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