lunes, 27 de noviembre de 2017

Solo Jesús

«Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos). Juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús». Efesios 2: 4-6

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Las palabras de San Pablo revelan que Jesús es el Señor y el Autor de nuestra salvación. Es mediante Cristo como recibimos la vida. Solo por Él un día nos sentaremos en tronos celestiales. Todo el proceso y las bendiciones de la salvación tienen, como eje principal, el amor, la obra y el sacrificio infinitos de Jesús. Los seres humanos tenemos la tendencia de teorizar las cosas, pero el cristianismo no se relaciona con una teoría o con un cuerpo de creencias fundamentales, a pesar de que todo eso forme parte de la experiencia cristiana. La columna vertebral del cristianismo es Jesús.
En realidad, Jesús es todo. La vida no es un período de tiempo durante el cual el corazón late; la vida es Jesús. Él dijo «yo soy la vida». La verdad no es un cuerpo de doctrinas; es Jesús: Él afirmó «yo soy la verdad». La justicia no es algo que recibimos de Jesús, es el propio Señor Jesús. Jeremías dijo: «en sus días Judá será salvo e Israel estará seguro y éste es el nombre por el que será llamado: “Señor, justicia nuestra”». La salvación no es solo un don que recibimos, es el mismo Jesús.
Un día Él entró en la casa de Zaqueo y dijo: «Hoy ha entrado la salvación a esta casa». 
Jesús es el inicio y el fin de la experiencia cristiana. Y ser cristiano es vivir una vida de comunión diaria con Jesús. Sin embargo, el peligro que muchos cristianos corren es el de teorizar la experiencia cristiana; creer que el compañerismo con Cristo es, simplemente, cantar y mencionar a Jesús en todo momento. Sin duda esto es bueno; pero no es suficiente. Porque la verdadera comunión con Cristo tiene dos aspectos. El primero es el tiempo que se pasa con Cristo, orando y estudiando la Biblia.
Y el segundo es tener presente a Jesús a lo largo del día, en todas las actividades que uno realiza. Para que esta segunda experiencia sea posible, es necesario realizar la primera. Cuando al empezar el día apartas tiempo para meditar y orar, es como si estuvieras abasteciendo el vehículo de combustible: si el tanque está lleno, el vehículo va a andar; si no, te quedarás parado en cualquier lugar de la carretera. Haz de este día un día de victoria en Cristo, porque «Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)».

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