jueves, 30 de noviembre de 2017

Generosidad multiplicada

Por tanto, como en todo abundáis, en fe, en palabra, en conocimiento, en toda solicitud y en vuestro amor por nosotros, abundad también en esta gracia de dar. 2 Corintios 8;7 
A Cecilia le esperaba una sorpresa, cuando llegó a entregar su siguiente pizza y se encontró en la puerta de una iglesia. Confundida, entró para entregar el pedido y se encontró con el pastor.
-¿Tengo razón si digo que la vida no ha sido fácil para ti?, le preguntó el pastor. Cecilia asintió. Entonces, el pastor sacó la ofrenda que los miembros de la iglesia habían reunido, ¡y le dio 750 euros de propina! Aunque ella no lo sabía, el pastor había pedido al negocio que enviara a su repartidor más necesitado. Cecilia quedó boquiabierta.
Cuando los primeros cristianos padecían pobreza, la iglesia los ayudaba. Aunque los cristianos macedonios estaban pasando necesidad, se sacrificaban para dar y lo consideraban un privilegio (2 Corintios 8:1-4). Pablo citó su generosidad como ejemplo para los corintios (y para nosotros). Cuando usamos nuestra abundancia para suplir las necesidades de los demás, reflejamos a Jesús, quien entregó sus riquezas para suplir nuestra pobreza espiritual (verso 9).
Cecilia les contó a todos sus clientes de la bondad de la iglesia aquel día y, siguiendo su ejemplo, donó el resto de las propinas del día a otros con necesidad. Un acto de generosidad se multiplica. Y Cristo recibe la gloria.
Señor, úsanos para suplir las necesidades de los demás.
Nuestra generosidad suple necesidades y glorifica a Jesús.

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