martes, 1 de agosto de 2017

Acceso privilegiado

Vosotros, en cambio, os habéis acercado al monte Sión, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos. Os habéis acercado a Dios, Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos. Hebreos 12.22-23
Aunque era solo una réplica, el tabernáculo en el sur de Israel inspiraba reverencia. Construido a tamaño real y lo más cerca posible de las especificaciones de Éxodo 25–27, se erguía en el desierto del Neguev.
Cuando nos llevaron con el grupo turístico por el «lugar santo» hasta el «lugar santísimo» para ver el «arca», algunos titubeamos. ¿Acaso no era este el lugar más santo, donde solo el sumo sacerdote podía entrar? ¿Cómo podíamos entrar de manera tan simple?

Es de imaginar el temor de los israelitas cada vez que se acercaban a la tienda de reunión con sus sacrificios, sabiendo que estaban entrando en la presencia del Todopoderoso. Y cuán admirados estarían cada vez que Dios tenía un mensaje para ellos, entregado a través de Moisés.
Hoy podemos acercarnos directamente a Dios con confianza, sabiendo que el sacrificio de Jesús derribó la barrera entre nosotros y Dios (Hebreos 12:22-23). Cada uno de nosotros puede hablar con Dios cuando quiere, y escucharlo directamente al leer su Palabra. Disfrutamos de un acceso directo que los israelitas ni soñaban. Que nunca lo desestimemos, y que podamos valorar este asombroso privilegio de acercarnos al Padre como sus hijos amados cada día.
Gracias, Padre, por poder acercarnos a ti, sabiendo que la sangre de Cristo nos perdonó y nos limpió.
A través de la oración, tenemos acceso directo a nuestro Padre.

No hay comentarios:

Publicar un comentario