miércoles, 19 de julio de 2017

¿Serviría más el celibato?

El diccionario de la Real Academia Española llama continencia a la facultad que le permite al hombre moderar y refrenar las pasiones y afectos del ánimo, y que hace que viva con sobriedad y templanza.
Consiste en poder (y saber) abstenerse de los deleites carnales, sean estos impropios como glotonería, alcoholismo, fornicación, adulterio, etc. o propios de las relaciones sexuales entre esposos, por solo poner un ejemplo.
Resultado de imagen de ¿Serviría más el celibato?La incontinencia, como es de suponer, es todo lo contrario y está presente en la inmensa mayoría de los seres humanos, haciéndoles infelices en ese particular aunque se ignore o se quiera ignorar, y es precisamente esto último lo que más conspira contra el hombre en su concupiscencia.
La fe, combinada con el deseo de agradar a Dios, es un buen camino para apartarse de lo incorrecto e inmoral; pero cuando se trata de apartarse de algo, que aunque esté bien, se quiere dejar de hacer por alguna razón especial o por entrega y servicio a Dios, entonces se requiere de mucha fe y convicción.
En estos días, la iglesia católica ha sido objeto de múltiples comentarios, al conocerse las acciones deplorables de algunas autoridades de esta religión en diversos países. Sacerdotes católicos involucrados en relaciones sexuales -heterosexuales y homosexuales-, algunas catalogadas como violaciones.
Aunque es bien cierto que las acciones de un individuo o de un grupo de individuos, a su arbitrio y rompiendo con la disciplina y estatutos de una institución o religión, no deben ser tomadas y esgrimidas para atacar arremetiendo contra ellas, la posición correcta sería tratar de ser todo lo justo posible en los comentarios, sin dejar de reprender el nefasto acto. Por lo tanto, la iglesia católica no se la debe hacer responsable de tales barbaridades, ya que a fin de cuentas, estos individuos hubieran hecho lo mismo en cualquier lugar en que se encontrasen.
Ahora bien, lejos de criticar a la iglesia del Vaticano, tratemos sobre el celibato. Como decíamos al principio, la voluntad de abstenerse de las relaciones sexuales normales, que no constituyen un adulterio, debe ser resultado de una firme convicción o entrega total a Dios. En este caso el celibato funciona dando fortaleza y tiempo a la persona entregada a este estado de vida.
Pero no es posible que la imposición a ser célibe en una institución o religión, sea justa con los que se convierten, ésta debe ser una condición opcional; y en cuanto a la decisión a ingresar al seminario, se espera que sea el sacerdocio y servir, no debería ser el celibato propiamente dicho.
Aunque no se les obligue a ir al seminario, y muy cierto es que se conoce este reglamento antes de ingresar, no deja de ser discriminatorio para los que no pueden someterse a esta abstinencia, y sin embargo se sienten atraídos por el servicio. Otros, pensando que podrían superar la tentación, finalmente se ven impotentes y terminan en lo peor, porque no siendo casados caen en la fornicación, que sí es pecado.
El apóstol Pablo a este respecto dijo: Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les sería quedarse como yo; pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando” 1 Corintios 7:8-9.
El apóstol Pablo, si bien prefiere que sean como él, deja bien claro el libre albedrío, sin imponer su estilo de vida, creencia o servicio. Aunque es cierto que muchos hombres y mujeres de Dios, bajo el celibato han llevado una vida de servicio admirable, no otros menos que ellos, en estado de casados, formando una pareja ideal, han sido fieles servidores también. Por eso es totalmente plausible el criterio de Pablo: el celibato es opcional.

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