Sabed, pues, que Jehová ha escogido al piadoso para sí; Jehová oirá cuando yo a él clame. Salmo 4;3
Es muy difícil que haya un solo día sin que alguien
nos desprecie, nos ignore o nos denigre de alguna manera. Y a veces, el daño es
incluso auto-infligido.
Los enemigos de David respiraban amenazas contra él, lo
intimidaban y lo golpeaban con insultos. Sus sentidos de valía, bienestar y autoestima se
habían desplomado (Salmo 4:1-2), y pedía alivio de su angustia.
Entonces, David recordó: «Sabed, pues, que el Señor
ha escogido al piadoso para sí» (verso 3). Distintas versiones intentan captar el significado de la audaz afirmación de David, y traducen «piadoso» como «al que
le es fiel». La palabra hebrea aquí es jasíd, que se refiere al pacto de amor de
Dios, y podría traducirse: «aquellos a quienes Dios amará siempre y por
siempre».
Esto es lo que nosotros también debemos recordar:
Dios nos ama siempre, nos apartó de una manera especial y nos ama como a su
propio Hijo. Nos ha llamado a ser sus hijos toda la eternidad.
En lugar de desesperar, podemos recordar el amor que
nos prodiga nuestro Padre; somos sus hijos amados. Al final, no habrá
desesperación, sino paz y gozo (versos 7-8). Él nunca nos abandona ni deja de
amarnos.
Padre
celestial, las palabras de los demás pueden herirnos profundamente. Pedro tus palabras
nos sanan y consuelan, y nos aseguran que nos amas para siempre.
«La verdadera
medida del amor de Dios es que nos ama sin medida».
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