(Pilato dijo a Jesús): ¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo autoridad para crucificarte, y que tengo autoridad para soltarte? Respondió Jesús: Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba. Juan 19:10-11
La actitud de Jesús nos muestra en qué casos hay que callar o responder cuando alguien nos interroga. Jesús no habló para defenderse, sino más bien para llevar a su juez a reconocer la verdad. Cumplió la profecía que dice: “Como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció” (Isaías 53:7), y al mismo tiempo “dio testimonio de la buena profesión” (1 Timoteo 6:13).
Nos inquietamos fácilmente cuando somos interrogados sobre nuestra fe. Jesús lo sabe muy bien, por eso nos dice: “No os preocupéis por lo que habéis de decir, ni lo penséis, sino lo que os fuere dado en aquella hora, eso hablad; porque no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo” (Marcos 13:11). Hablemos de nuestra fe en el momento adecuado, y experimentaremos la ayuda del Señor en las situaciones difíciles.
“Estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pedro 3:15).
No hay comentarios:
Publicar un comentario