Bienaventurado el hombre que soporta la tentación, porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida que Dios ha prometido a los que lo aman. Santiago 1;12
El invierno pasado, mientras visitaba un museo de
historia natural, aprendí algunas cosas notables sobre los álamos. Un bosque
entero de estos delgados árboles puede desarrollarse a partir de una sola
semilla y compartir el mismo sistema de raíces. Este sistema puede existir miles
de años sin producir árboles, dormido bajo tierra, hasta que un incendio, una
inundación o una avalancha permite que las raíces perciban el sol y se abran
paso entre las sombras del bosque. Entonces, la savia que sube se convierte en árbol.
Lo que hace posible que nazcan y su crecimiento, es la
devastación producida por un desastre natural. Santiago también escribe que las
dificultades nos hacen crecer en la fe: «tened por sumo gozo cuando os halléis
en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas
tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que
os falte cosa alguna» (Santiago 1:2-4).
Es difícil tener gozo durante las pruebas, pero
podemos hallar esperanza al saber que Dios usará las circunstancias
problemáticas para ayudarnos a crecer espiritualmente. Como los álamos, las dificultades despejan nuestro corazón para que la luz de Dios nos alcance, para que la fe pueda crecer.
Señor,
gracias por acompañarme en las dificultades. Ayúdame a crecer con ellas.
Las pruebas
pueden acercarnos más a Dios.
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