Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. 1 Pedro 4:10
Hace poco, durante unas vacaciones, le di descanso a
mi máquina de afeitar y me dejé la barba. Hubo varias reacciones de amigos y compañeros
de trabajo… en su mayoría elogios. Pero, un día, me miré y dije: «No soy yo».
Así que reapareció la maquinita.Reflexionando sobre quiénes somos y por qué una cosa u otra se adecua a nuestra personalidad, esencialmente se debe a que Dios nos ha hecho distintos y con distintas preferencias: diferentes pasatiempos, comidas e iglesias donde reunirnos, etc. Cada persona es única, formidable y maravillosa, y singularmente dotada para servir a los demás (1 Pedro 4:10-11).
Los discípulos no evaluaron sus cualidades antes de
entrar en el mundo de Jesús. Pedro, tan impulsivo, le cortó la oreja a un
sirviente cuando arrestaron al Señor. Tomás insistió en ver pruebas antes de
creer que Cristo había resucitado. Pero el Señor no los rechazó porque les
faltara crecer espiritualmente, sino que los moldeó para servir a Dios.
A veces, al considerar cómo y dónde estamos usando
nuestros talentos y características en el servicio al Señor, deberíamos decir:
«No soy yo». Quizá Dios nos pida que dejemos lo que nos es cómodo, para que
sirvamos adecuadamente a sus buenos propósitos. Al hacerlo, lo honramos.
Señor,
guíame para usar bien mis particularidades.
No hay
personas comunes y corrientes; fuimos creados para ser únicos.
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