Porque así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reinará por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro. (verso 21).
La madre vio que Elías, de cuatro años, se alejaba
corriendo de los gatitos recién nacidos. Ella le había dicho que no los tocara.
Entonces, le preguntó: «Elías, ¿tocaste los gatitos?».
«No», dijo él con decisión. A lo que la mamá agregó:
«¿Eran suaves?».
«Sí, contestó entusiasmado, y el negro dijo
“miau”».
En un niño esto nos hace sonreír, pero la
desobediencia de Elías revela nuestra condición humana. Nadie debe enseñarle a un niño de cuatro años a mentir. Como confesó David: «He aquí, en
maldad he sido formado, y en pecado me concibió mi madre» (Salmo 51:5). El
apóstol Pablo dijo: «como el pecado entró en el mundo por un hombre [Adán], y
por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto
todos pecaron» (Romanos 5:12). Esta deprimente noticia se aplica a todos por
igual: reyes, niños de cuatro años,... todos.
Pero hay esperanza. Pablo agregó: «Pero la ley se
introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó
la gracia» (Romanos 5:20)
Dios no está esperando que hagamos algo malo para
abalanzarse sobre nosotros. Su tarea es otorgar gracia, perdón y restauración.
Lo único que tenemos que hacer es reconocer que nuestro pecado es desagradable e
inexcusable, y acudir a Él arrepentidos y con fe.
Dios, soy
pecador, ten misericordia de mí.
«… ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…». Romanos 8:1
«… ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús…». Romanos 8:1
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