“El amor viene de Dios. Todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios” (1 Juan 4:7).
Cuenta una historia que una joven ciega tenía un novio que la amaba y le pedía insistentemente que se casara con él. Ella, condicionada por la dura circunstancia de su vida, no hacía caso y le contestaba: “Si pudiera ver, me casaría contigo”.
Un día, fue sometida a una operación quirúrgica que le devolvió la vista. Pero cuando su novio se acercó a ella por primera vez tras la cirugía y le reiteró su proposición de matrimonio, ella lo miró con desagrado y rechazó su proposición, pues estaba ciego. La joven rechazó la propuesta y él se fue triste. Tiempo después, él le escribió esta breve nota: “Por favor, cuida bien de mis ojos”.
Qué gran contraste existe entre el amor incondicional y el amor interesado; entre el amor que proviene de Dios y el amor humano.
El amor humano parece secarse cuando es ofendido con palabras o hechos; “pero Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores (es decir, que lo ofendíamos con nuestras palabras y hechos), Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8).
Nosotros queremos a quienes nos quieren; pero a quienes nos odian, nos hacen mal, o los consideramos enemigos, no. El Señor, sin embargo, nos dice: “Amen a sus enemigos, y oren por quienes los persiguen. Así ustedes serán hijos de su Padre que está en el cielo; pues él hace que su sol salga sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mateo 5:44, 45).
El amor al que estamos acostumbrados siente miedo a perder, por eso se manifiesta como celoso y posesivo; en cambio “el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor.” (1 Juan 4:18).
La forma de querer a la que Dios nos llama “es sufrida, es benigna, no tiene envidia, no es jactanciosa, no se envanece, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor, no se goza de la injusticia, sino que se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:4-7, RV95). Nuestra forma de querer… difiere un poco. No, bastante.
¿Cómo van tus progresos en eso de aprender a amar? Para que en este apartado nos vaya bien, hemos de llevarnos bien con Dios, ya que el amor perfecto solo viene de Él.
Ámense sinceramente unos a otros. Pablo
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