Y él, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la Calavera, en hebreo, Gólgota; y allí le crucificaron, y con él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Juan 19:17-18
¿Realmente acepto lo que no logro comprender? Sí, si alguien en quien tengo plena confianza me lo afirma. Y la fe es precisamente creer lo que Dios dice, sin basarse en la primera apariencia que puedan tener algunas situaciones, incluso si mi inteligencia o mi razonamiento tiene dificultades para aceptarlo.
El acto de fe que Dios nos pide es creer en el valor de la cruz. Así que, dejando de lado nuestros razonamientos, aceptemos simplemente el mensaje de la cruz sin tratar de explicarlo. La Biblia declara que “la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1:18). ¿Por qué? Porque la cruz proclama de forma efectiva el poder de Dios, allí donde la sabiduría humana solo percibe impotencia y fracaso. Locura porque anuncia que Dios se manifiesta a los hombres cuando ellos no quisieron verlo. ¡La predicación de la cruz proclama lo contrario de lo que el hombre concibe y comprende de Dios!
La cruz representa toda la apariencia de una derrota, sin embargo es la mayor de las victorias. Una apariencia de derrota porque Jesucristo efectivamente murió en la cruz, pero es la mayor victoria porque la muerte no pudo retenerlo. Jesús venció a la muerte, Jesús resucitó. La cruz de Jesús es la manifestación del poder y del amor de Dios, es el corazón del Evangelio. La seguridad del creyente está basada en la muerte de Cristo en la cruz.“Agradó al Padre… por medio de él (Jesucristo) reconciliar consigo todas las cosas… haciendo la paz mediante la sangre de su cruz” (Colosenses 1:19-20).
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