sábado, 20 de agosto de 2016

El Terremoto

El hombre está expuesto a las catástrofes naturales, y muchas de ellas han traído mucho dolor salvo algunas puntuales excepciones, como la siguiente historia. Ésta se desarrolla en Concepción, ciudad del sur de Chile, durante el terremoto que azotó a este país en el año 1960, contada por una persona que vivió una dramática experiencia. Durante varios días, los mineros fueron alojados en la casa de unos misioneros norteamericanos. Cada noche hacían el culto familiar para luego ir a sus dormitorios a descansar. La tierra seguía temblando, pero tenían paz y dormían plácidamente. Una señora vecina, dormía durante las noches en el interior de su automóvil por el miedo que sentía, hasta que se acercó a ellos diciendo: envidio la fe de ustedes, no puedo entender cómo pueden cantar y luego dormir como si no pasara nada…ustedes tienen algo que yo no tengo. Fue una hermosa oportunidad para testificar del Señor Jesús.
terremoto chile 1960
Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar. Salmo 46: 1.2
Casos como el de la historia suceden a menudo. Nadie está libre, sobre la faz de la tierra, de sufrir algún acontecimiento que lo ponga en peligro; puede ser algún desastre natural, una enfermedad, o un accidente de coche, quizás una caída, o un atropello, en fin, cualquier cosa que afecte a su estado físico o emocional. La gran diferencia que se puede observar en el relato, es que el no creyente no tiene a qué aferrarse, a diferencia del hijo y la hija de Dios que deposita su confianza en Dios. El temor o el miedo no forma parte del lenguaje del creyente. La enseñanza bíblica no dice que alrededor del hijo de Dios no acontecerán situaciones dramáticas, pero sí señala que Dios será ayuda en la tribulación, o si la tierra tiembla como en un terremoto, o que suceda un cataclismo como los montes cayendo al mar. Puede suceder, pero el hijo de Dios estará tranquilo, confiando en el Señor siempre, y su corazón estará tranquilo.

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