martes, 28 de junio de 2016

Más Grande Que Un Sentimiento

“Aun si nos sentimos culpables, Dios es superior a nuestros sentimientos y él lo sabe todo.”
1 Juan 3.20
Culpa. Tema que para nosotros, surge y resurge una y otra vez. Cada vez que hablamos con gente sobre su pasado y permitir que Dios lo sane, no sabemos cómo pero terminamos indicando la culpa con la que viven por las cosas que hicieron en él. La culpa es una realidad en varios sentidos.
Es real en el sentido de que todos la sentimos. No obstante, en un sentido más poderoso, es real porque ella nos demuestra haber hecho algo malo. Todos la sentimos así, porque todos hemos cometido errores, hemos herido a alguien o hemos causado daño. Ese es el hecho. Y basada en los hechos, somos culpables de hacer esas cosas.
¿El problema con todo esto? Que es fácil permitir que tu sentimiento de culpa nuble la manera en que te ves a ti mismo y al mundo que te rodea. Se convierte en el lente por medio del cual nos vemos a nosotros mismos, y cuando nos vemos de esta manera, llegamos a la conclusión de que los demás nos pueden ver de la misma, o por lo menos que pueden sentir nuestra culpabilidad.
Por fuera puede que parezcamos ser seguros de nosotros mismos, dotados, exitosos, talentosos, etc., pero por dentro estamos pendientes de un hilo. Quizá podamos presentarnos de forma que la gente no pueda ver nuestro sentimiento, pero el sentimiento sigue vivo dentro de nosotros.
Esto se extrapola fácilmente a nuestra relación con Dios. Él no puede ser engañado por nuestra fachada exterior. Él no se distrae con nuestros logros o bienes materiales, ¡no!, ve lo que hay dentro. Ve la culpa y la vergüenza. Veamos ahora el versículo mencionado, “Aun si nos sentimos culpables, Dios es superior a nuestros sentimientos…”
El hecho es que todos somos culpables, pero no tenemos por qué ser dominados por ese sentimiento porque Dios es más grande que nuestros sentimientos. Él es capaz de tratar con los sentimientos que pueden habernos atrapado. Es capaz de sanar esos sentimientos, capaz de cambiar nuestra perspectiva y empujarnos a avanzar hacia una vida saludable y efectiva.
¿Cuál es la culpa con la que has estado viviendo? ¿Cómo te has estado viendo a ti mismo?
Lleva tus sentimientos de culpa a Dios y pregúntale cómo te ve Él. La respuesta es... perdonado. Siempre ha sido así. No permitas que los sentimientos de culpa te condenen a vivir una vida sin amor. Dios es más grande que tus sentimientos, y puede ayudarte a dar y recibir amor de nuevo.

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