viernes, 6 de mayo de 2016

Si Jesús no hubiese nacido en un pesebre

Si aquel día del nacimiento del Mesías, que las escrituras ya lo habían predicho, hubiese una publicidad que dijese que nació un rey en un castillo con todos los lujos y detalles, todo hubiese sido reconocido sobre cómo nacen los reyes y gobernantes, y no hubieran tenido acceso los pastores de Belén, ni las personas de la comunidad, las personas de más bajos recursos, los trabajadores normales, los sirvientes, los niños, los enfermos, ni los leprosos a poder conocer a este gran Rey por eso, por haber nacido en un palacio.
Pero, ¿por qué?
Porque los gobernantes y pudientes no permiten la mezcla de las personas de la realeza con el vulgo o gente común, pues aquellos no andan en los mismos lugares que los comunes, no visitan a los enfermos, no se rozan con los trabajadores, no quieren saber nada de los problemas sociales que los rodean, solo quieren que los sirvan, que los adulen, que los alaben y no les importa nada a su alrededor.
Así las cosas, el Rey de Reyes quiso dar una lección a los monarcas y ricos del mundo, y a los pobres y enfermos.
Les dijo, con la sola acción de llegar y no tener espacio para Él ni dónde nacer, que los gobernantes estaban siendo faltos para las celebraciones de las fiestas divinas establecidas, que no estaban todos en sintonía celebrando, que dejaban eso para la pobrería. Los religiosos de ese tiempo eran los consejeros de ellos.
Los religiosos no velaban porque las fiestas judías fueran de verdad para adorar, estaban impregnados de dinero y usura y tenían a todos bajo su control.
Al nacer en el pesebre, Jesús estaba recordando que si no había espacio para Él aquí en la tierra, tampoco habría espacio para sus seguidores de parte de los gobernantes. Que no se sintieran mal el día que los denigraran, que los desterraran, que los excomulgaran, que los vituperaran, que se burlaran de ellos,... que los sacrificarán.
Si hubiese nacido en un castillo no lo hubieran podido llevar a la cruz para pagar por los pecados de todo el mundo, hubieran querido que solo fuera para pagar por los pecados de la realeza.

Al nacer en un pesebre nació bajo la ley y no sobre la ley, vivió la ley y cumplió la ley, haciendo aptos a todos aquellos, pobres y ricos, que se acercaran con Fe a su presencia, que si no despreció a un pobre tampoco menospreciaría a un rico, que si no menospreciaba a un analfabeto tampoco menospreciaría a un erudito. Él no menospreciaba a nadie, en todo caso se podría esperar lo contrario, que un rico lo despreciase por haber nacido en un pesebre en medio de los animales; sí se esperaba que un ducho en letras lo despreciara, pues su mucho saber lo llenaba de orgullo.
El hecho de venir de universidad, monasterio, seminario o institución les llenaba de tanto orgullo, que plasmaban con letras grandes dónde se habían graduado u obtenidos sus vastos conocimientos; conocimientos que compartían con un toque de orgullo, dándose así honor a ellos mismos y pretendiendo con ello, que sus salarios deberían ir acorde a sus lugares religiosos de entrenamiento. Olvidaban que la palabra que exponían era a la cual se debían, en ella no hay doble sentido. Solo hay humildad y sencillez, no recordaban que aquel pesebre nos invita a recordar que el orgullo muchas veces está envasado en botellas sin rótulos que dicen pecado; son botellas que están impregnadas de olor a pecado, y embriagan de dicho mal a quien la bebiere.
Al nacer en un pesebre nos está diciendo que lo más vil para el mundo será usado por el pobre, para vergüenza de los más nobles, reyes, sabios, científicos,... tontos, y ateos que se llenan la cabeza de teorías huecas e hipótesis, y algunas leyes que promulgan para enaltecer sus propios egos; no saben que sus latidos cardíacos y sus cabellos están tan muy bien contados por el Rey que nació en aquel pesebre, y que ellos han menospreciado. Él aún les da tiempo de que se arrepientan, pues de haber nacido en un castillo no habría perdón, no habría compasión, no habría "Amor".
Es tiempo de recordar ese nacimiento en el lugar menos pensado, y ese trayecto que atravesó por las aguas bautismales del sucio Jordán y les habló a todos. Ricos, pobres, sanos y enfermos, gobernantes y religiosos, leprosos y endemoniados, todos ellos merecen una oportunidad. Por eso nació en un pesebre y no en un castillo, y llegó a la cruz para desde allí, mostrar al mundo su pecado. Y resucitó al tercer día para mostrarnos que nos da una nueva oportunidad, si confiamos plenamente en aquel que nació en medio de los animales, para recordarnos que los animales fueron los primeros que lo vieron y le rindieron honor, y no así los hombres quienes con su raciocinio se envanecieron y perdieron el camino.
Al nacer en un pesebre un Rey, simplemente rompió los esquemas del pensamiento humano esperado. Él cambia todo por lo impredecible. Entrar al cielo, algo humanamente imposible, Él lo hace posible con su forma de gobernar; por eso dice: “...mis pensamientos no son vuestros pensamientos… Isaías 55:8
La forma de pensar de Él es basada totalmente en Su palabra, Santa y Gloriosa.
“…Acerquémonos pues confiadamente al trono de su gracia para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro…” Hebreos 4:16

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