miércoles, 6 de enero de 2016

No se pierda

¿Qué debo hacer yo para tener vida eterna?
El problema más grande que hoy existe en el mundo es el pecado. ¿Qué induce a la gente al odio, a la lujuria y a la codicia? El pecado. Es una enfermedad que todos tenemos. La Biblia dice: “Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios.” Romanos 3.23. Se pasaron del límite. Quebrantaron la ley. Es su camino a la muerte espiritual y a la muerte eterna, al juicio.
Pero Jesús dijo: “Yo puedo hacer algo al respecto. Yo puedo cambiar tu vida, puedo hacer de ti una nueva persona.”
Jesús nos pide pues, que hagamos una elección.
Él dijo que había dos caminos en la vida: el camino angosto y el camino ancho, y tú debes escoger. Hay dos destinos: el cielo y el infierno. ¿En qué camino estás? ¿A qué maestro sirves?
No tengo por qué ser juzgado. No tengo que ir al infierno. No tengo que estar perdido. Mi alma ha sido redimida y voy al cielo. Pero primero debo arrepentirme de mis pecados y recibir a Cristo como mi Señor y mi Salvador.
Tienes que arrepentirte de tus pecados, lo que quiere decir que tienes que estar dispuesto a cambiar tu forma de ser. Puede que no tengas el poder para hacerlo, pero si te rindes a Cristo, Él te dará el poder.
¿Cuántos están arruinados, hastiados, pero no saben qué hacer? Si le dan su vida a Cristo, tendrán ayuda sobrenatural para romper esas cadenas que los atan.
Dios no está esperando para juzgarlos, Dios no está esperando para condenarlos. Él está esperando para recibirlos, con misericordia, con amor, con los brazos abiertos, y perdonar todos sus pecados. Hay solo unos momentos en la vida cuando Jesús de Nazaret pasa frente a nosotros, y tenemos una oportunidad, como la que tenemos hoy, para recibirlo. Puede que no la tengamos mañana. Hoy hay gente aquí que puede no estar viva mañana. Puede que no oigan el Evangelio de esta manera, o su corazón puede que no esté abierto a Dios. Vengan mientras puedan y no lo prolonguen más. Dios está esperándolos para darles la bienvenida con los brazos abiertos, para recibirlos cuando ustedes vengan a Él con arrepentimiento y fe. Es sencillo, y así sus vidas pueden cambiar. Todo el cielo se regocijará.
“Y todo aquél que invocare el nombre del Señor, será salvo.”  − Hechos 2:21

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