lunes, 28 de diciembre de 2015

Las obras del creyente


Cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa. Mateo 10:42
Dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta ha hecho, para memoria de ella. Marcos 14:9

La Palabra de Dios establece claramente que el hombre no se vuelve justo ante Dios haciendo buenas obras: “Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él (Dios)” (Romanos 3:20; Gálatas 2:16). Pero el creyente, una vez salvo solo por la gracia divina, no se quedará inactivo, sino que mostrará su fe sirviendo a Dios, pues “la fe sin obras es muerta” (Santiago 2:20). Verdaderamente, se puede dudar de la realidad de la fe de alguien que no haga nada para honrar a su Salvador.
Los versículos anteriores presentan dos ejemplos de obras que el Señor aprecia. 
El primero puede parecernos insignificante: ¡dar un vaso de agua a un niño! Pero Dios graba, para Él, el gesto más humilde hecho, y reserva para su autor una recompensa especial.
El segundo es de otra índole: es la adoración que una mujer rindió al Señor Jesús ofreciéndole un perfume de gran precio para ungir su cabeza. Algunos consideraron que esto era un derroche, pero el Señor la defendió y explicó el profundo sentido de su gesto.
¡Qué ánimo para nosotros! Un niño puede servir a Jesús mediante cosas muy sencillas. También todos juntos podemos agradar al Señor cuando, reunidos en torno a Él, le ofrecemos la alabanza de nuestros corazones agradecidos. Esforcémonos en hacer cada día lo que Él espera de nosotros, esas “buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano” para que las hiciésemos con su ayuda (Efesios 2:10).

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