viernes, 6 de noviembre de 2015

Cristiano, ¿quién eres?

“ÉL FORMÓ EL CORAZÓN DE TODOS ELLOS…” (Salmo 33:15)

La probabilidad de que alguien exista o haya existido con las mismas características genéticas que las tuyas es cero, a menos que seas uno de dos gemelos totalmente idénticos. No eres simplemente un ladrillo más en un muro u otro clavo más en la caja de herramientas de un carpintero. Dios te formó y te hizo (Isaías 43:7). Eres el único “tú” que Él creó, de manera que si fracasas siendo quien eres, su reino no se beneficiará de tu aportación personal. No eres tus padres, ni tu tío Juan, ni tu tía Manuela ni nadie que hayas intentado imitar. Está bien aprender de los demás, pero siempre debes ser lo que el Señor te llamó a ser. La Biblia dice: “…cada uno someta a prueba su propia obra…, porque cada uno cargará con su propia responsabilidad” (Gálatas 6:4-5).

La cuestión es: ¿Quién eres? Antes de responder, debes preguntarte a ti mismo lo siguiente: ¿Cuáles son mis cualidades? ¿Me gusta trabajar con ordenadores, con coches, o con animales? O quizá seas un experto en dirigir a las personas, o mañoso, o bueno con las finanzas. Pablo dijo: “…somos hechura suya…” (Efesios 2:10). Hay ciertas tareas que te son fáciles y te preguntas por qué otros no son capaces de hacerlas. Si es así, esto revela tus cualidades personales y la misión que Dios te ha dado en la vida. Él dijo de Bezaleel: “…lo he llenado… en sabiduría… para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce, para labrar piedras y engastarlas, tallar madera…” (Éxodo 31:3-5). Una vez que hayas identificado lo que da brillo a tus ojos y lo que hace que tu pulso se acelere, ¡ve a por ello! “Que tus ojos miren lo recto y que tus párpados se abran a lo que tienes delante” (Proverbios 4:25-27). ÉL FORMÓ EL CORAZÓN DE TODOS ELLOS…(Salmo 33:15)

Pablo escribió, con respecto a la familia de Dios: “Vosotros sois el cuerpo de Cristo y miembros cada uno en particular” (1 Corintios 12:27). Para poder determinar en dónde vas a encajar necesitas conocerte mejor a ti mismo. Por ejemplo, ¿qué tipo de ambiente laboral saca lo más óptimo de ti? ¿Te gusta la rutina? ¿Te sientes motivado por las necesidades de los demás? ¿Te entusiasma abordar desafíos que desalientan a otros? La Biblia dice: “Él formó el corazón de todos ellos…” (Salmo 33:15), lo que significa que se supone que no eres una “fotocopia”. Y ¿qué me dices de tus relaciones?, ¿te gusta ser parte de un equipo, o funcionas mejor estando solo? Si solamente cobras vida cuando estás rodeado de gente, probablemente te sentirás miserable sentado delante de un ordenador todo el día. ¿Qué es lo que te apasiona? En la película Carros de fuego, Eric Liddell describió con estas palabras su fervor por correr: “El Señor me hizo para ser rápido, y cuando corro, siento su gozo”. ¿Qué es, precisamente, lo que hace a uno sentirse así? Hay una historia sobre un hombre al que se le pidió que tocara el violín. ¡Yo no sé, nunca lo he intentado!, contestó él. Si lo piensas detenidamente, es una respuesta bastante sabia, porque hasta que no hayas probado a realizar algo, ¿cómo sabes si lo harías bien? Como ejemplo, aunque una rana es una nadadora espléndida, es una malísima voladora. Algunos de nosotros que creemos ser héroes como “pájaros”, nos sentimos mal porque no podemos “volar”. ¡No se supone que debamos hacerlo! La Palabra de Dios dice: “…y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad…” (1 Pedro 5:5b). Deja de “agitar las alas” y permítete ser la persona que el Señor quiere que seas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario