JUAN 15: 16. Ustedes no me escogieron a mí, sino que yo los he escogido a ustedes y les he encargado que vayan y den mucho fruto, y que ese fruto permanezca. Así el Padre les dará todo lo que le pidan en mi nombre.”
“Viví durante un tiempo en las montañas de Carolina del Norte, en un lugar conocido como Fruitland (“tierra de la fruta”). El sitio tiene ese nombre por ser una tierra de manzanas. Una día fui a visitar a un miembro de mi iglesia que vivía allí, y su esposa me dijo que estaba en el huerto, podando los árboles.
Así que me fui a observar lo que estaba haciendo. Sin saber por qué lo hacía, le dije: “Va a matar ese árbol”. Se volvió para mirarme, y me dijo: “Encárguese usted de la predicación, que yo me encargo de la poda”. Después me enteré de que para producir una buena cosecha las ramas de los árboles tienen que ser podadas.
Es una lección que nunca he olvidado porque también se puede aplicar a nuestra vida espiritual. A veces dudamos del amor de DIOS cuando los malos tiempos nos golpean y estamos doloridos. Pero lo que el Señor está haciendo en realidad, es podarnos para que podamos dar fruto de calidad; después vuelve a podarnos para que demos más fruto, y finalmente, nos poda otra vez para que demos mucho fruto. Porque si una rama sigue creciendo sin ser recortada, aparecerán muchos brotes pequeños que le quitarán la savia que la sustenta.
Las cosas pequeñas de la vida pueden ser como esos brotes que frustran nuestra capacidad de fructificar.
Algunas veces permitimos que nuestra bondad dependa de cómo nos sentimos cuando nos despertamos por la mañana; podemos dejar que se desarrolle un mal hábito, o tal vez permitimos que nuestra paz se vea empañada por nuestras circunstancias. Pero si aceptamos la poda de DIOS con la actitud correcta, la savia del Espíritu Santo desarrollará el fruto en nuestra vida.
Gracias Padre Celestial, por este nuevo día que me das y por las experiencias gozadas. Gracias por las bendiciones que Tú derramas sobre mi familia y sobre mí en todo momento. Señor, te pido que me podes para que pueda dar fruto, mucho fruto y del bueno. En el nombre de Cristo, amén.
Así que me fui a observar lo que estaba haciendo. Sin saber por qué lo hacía, le dije: “Va a matar ese árbol”. Se volvió para mirarme, y me dijo: “Encárguese usted de la predicación, que yo me encargo de la poda”. Después me enteré de que para producir una buena cosecha las ramas de los árboles tienen que ser podadas.
Es una lección que nunca he olvidado porque también se puede aplicar a nuestra vida espiritual. A veces dudamos del amor de DIOS cuando los malos tiempos nos golpean y estamos doloridos. Pero lo que el Señor está haciendo en realidad, es podarnos para que podamos dar fruto de calidad; después vuelve a podarnos para que demos más fruto, y finalmente, nos poda otra vez para que demos mucho fruto. Porque si una rama sigue creciendo sin ser recortada, aparecerán muchos brotes pequeños que le quitarán la savia que la sustenta.
Las cosas pequeñas de la vida pueden ser como esos brotes que frustran nuestra capacidad de fructificar.
Algunas veces permitimos que nuestra bondad dependa de cómo nos sentimos cuando nos despertamos por la mañana; podemos dejar que se desarrolle un mal hábito, o tal vez permitimos que nuestra paz se vea empañada por nuestras circunstancias. Pero si aceptamos la poda de DIOS con la actitud correcta, la savia del Espíritu Santo desarrollará el fruto en nuestra vida.
Gracias Padre Celestial, por este nuevo día que me das y por las experiencias gozadas. Gracias por las bendiciones que Tú derramas sobre mi familia y sobre mí en todo momento. Señor, te pido que me podes para que pueda dar fruto, mucho fruto y del bueno. En el nombre de Cristo, amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario