Volver a casa, regresar al origen. Ese quizás sea el propósito que la gran mayoría persigue. Muchos son los que miran al cielo con añoranza, miran a las estrellas esperando hallar un vínculo primario con alguna de ellas. Quizás, movidos por la ignorancia de lo que somos, miramos a ese infinito buscando desesperadamente algo que se nos remueva dentro y nos sirva como señal, para aventurarnos a crear un lazo emocional con ese lejano brillo que titila en la inmensa oscuridad.
Otros, por el contrario y como alternativa a su hastío, tratan de ir más allá de esa inmensidad que los observa, y buscan su regreso a un origen más elevado, más remoto y originario. Volver a la fuente, volver a ese ser todo Creador del universo. Tener en este regreso a casa, el fin del paseo por esta Tierra, paseo lleno de penurias y desvelos. Un regreso donde no haya preguntas ni respuestas, porque está todo dicho y todo es lo que es y está como está. Fundido en un todo, que ya es más, que lo que jamás fueron, un tener, un ser, un estar. Uno solo que lo es todo, y sobre todo, el lugar perfecto para saciar la desazón que provoca la incertidumbre actual, la total amnesia y la total incomprensión. Un todo donde no hay perspectiva ni duda, donde solo hay paz y comprensión.
Otros muchos, no bucean tan profundo y se conforman con no seguir aquí, les da igual seguir como y donde sea siempre que no sean lo que son ahora. Cualquier destino vale siempre que sea cualquier otro, no tienen preferencias ni filiación alguna, solo quieren "estar", en otro ser y otro lugar. Piensan que hay tanto para elegir, para explorar, para ver y tocar, que cualquier comienzo es perfecto siempre que sea nuevo y libre. Esta opción no te predispone y no te limita, es casi perfecta, (pero no para nosotros, los cristianos).
Pero miro al cielo y no encuentro en ninguna estrella un vínculo, ninguna parece brillar para mí, tampoco me atrae unirme a ese todo, seguir siendo algo no me llama y si hablamos de ser todo,... me atrae menos. Si he de ser sincero, no persigo volver a la fuente, ni al origen, tampoco quiero el abrazo fraternal que recibe aquel que vuelve a casa, en realidad lo que más me atrae, lo que más me llama y que siento que más necesito, es la nada. Puede que sea por cansancio, puede que por hastío, puede que no le vea final a todos estos principios, pero lo que más desea mi Ser, es no Ser.
Puede que resulte chocante, asombroso, pero es la nada lo que me complementa y da inicio al todo; el vacío existencial, la nada, la completa y total desaparición es lo que me vincula a esta creación. La individualidad, la capacidad de crear o la interacción con el universo, no es algo que esté en mis futuros objetivos. Fundirme en la nada, Ser nada, y nada Ser, no quedar ni permanecer, no estar ni tratar de evolucionar, no crecer o progresar.
Quien persigue el total y completo vacío como yo, no puede ser tentado por los oropeles del todo; no puedes Ser todo cuando tu todo es Ser nada. Sin etiquetas, sin apariencias, sin forma, sin sitio ni lugar, sin procedencia, sin casa, sin origen, sin luz. El espacio entre los espacios, la total y eterna eliminación, la muerte donde no hay muerte, la energía sin reacción, la transparencia y la soledad de la completa e inmensa NADA.
Quizá dé pánico lanzarse a este abismo, y cuesta hacerse a la idea de cómo un Ser, no quiere ser nada en absoluto. Porque aún queda mucho trabajo aquí, y eso requiere ser todo lo que ahora no me permito ser; requiere sacar y aflorar todo, ser todo y completar ese todo para crear la revolución que llene la nada que tenemos ahora. Sin memoria, sin origen, sin energía y sin conexión con el universo. Si miras tus manos vacías verás lo que tienes y eres ahora, nada. Lo que crees que eres es solo el conjunto de etiquetas e ideas que este sistema te dio y tú hiciste tuyas, como un nombre, un número y un grupo de filiaciones a cosas que no comprendes pero que defiendes a capa y espada ¿Cuál sería para mí la diferencia, que no la llego a entender?...
...Básicamente, es que ahora sé que no soy nada, sé que vivo en la total negrura de la ignorancia y en el completo vacío existencial, aislado en una gran nada, donde solo veo dónde piso o con quién me cruzo en este vía crucis sin sentido. Vivo dando tumbos entre lo que creo que sé y lo que intuyo que no sé. La diferencia está en que ahora sé que no soy nada, y mañana espero no saber... ni eso.
Miro al cielo y mi mirada se centra en el hueco que deja el brillo de las estrellas, ese oscuro e inmenso mar negro que espera paciente ser llenado de luz, este inmenso hueco que me parece más atrayente y plácido que toda la luz, y todo el brillo que aporte cualquier esfera celeste en ese inmenso firmamento.
La individualidad carece de sentido, como las diferentes razas, las naciones, el conocimiento, el estatus, la escala que mide o rige cualquier cosa, que hace que cualquier otro venda su alma por un trozo de espacio, todo eso no me motiva. Pero no es cuestión de motivación, muchos simplemente anhelan algo, anhelan y sienten la falta de algo que ni siquiera logran identificar. Yo quizás también tenga ese tipo de sentimiento indefinido, no es con algo concreto, porque mi lugar, mi Ser, quiere no ser; es mi principio y es mi final, un lugar sin Dios, sin principios ni leyes, un lugar imposible de llenar, un lugar donde la desintegración total de lo que soy es la opción más real y cercana al origen del todo y eso es todo lo que quiero ser, NADA.
ES SOLO UNA OPCIÓN.
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