Nos sentimos infelices porque invertimos mucho tiempo y energías pensando y añorando lo que consideramos que carecemos. Sin embargo, aún de las cosas que sentimos y percibimos como negativas, o que carecemos de ellas, podemos aprender, crecer, cambiar y salir hacia adelante. Porque cada paso que caminamos nos puede acercar o alejar de la meta dependiendo de lo que escojamos; de las buenas o malas decisiones que tomemos.
No se puede vivir la vida solo analizando y pensando en ella, sino que hay que vivirla actuando, construyendo presentes que consecuentemente, traigan un buen mañana y que despierten en nosotros, deseos de enfrentar los retos que trae cada nuevo día.
No se puede vivir la vida solo analizando y pensando en ella, sino que hay que vivirla actuando, construyendo presentes que consecuentemente, traigan un buen mañana y que despierten en nosotros, deseos de enfrentar los retos que trae cada nuevo día.
Las cosas no nos pueden cambiar, sino al contrario, nosotros debemos cambiar las cosas que intentan detenernos en nuestro camino, y que quieren entristecernos, para que desistamos de luchar en la realización y el cumplimiento de nuestras aspiraciones más profundas.
Así como es necesaria la puesta de sol, la culminación de la tarde que da inicio a la noche; así como necesitamos de la lluvia y la neblina,… de la misma forma se entremezclan la risa y el lloro; la angustia y la esperanza; el calor y el frío; la primavera y el otoño, el verano y el invierno. Las cosas buenas y las malas también.
Y al complementarse las nostalgias y las alegrías, el lamento y la dicha, lo hermoso y lo feo... se van integrando en nuestra existencia, fortalezas y aprendizaje aunque a veces ni lo notemos. Porque hasta en la más cruel tormenta llega un momento en el que se desata la calma. Porque a través del fuego de las aflicciones, que muchas veces tenemos que enfrentar, probamos nuestra resistencia.
Porque si no existieran las cosas que identificamos o vemos como obstáculos y pruebas, tal vez no podríamos apreciar la gloria y la belleza de los momentos bellos, de las sonrisas y de los recuerdos eternos.
Y al complementarse las nostalgias y las alegrías, el lamento y la dicha, lo hermoso y lo feo... se van integrando en nuestra existencia, fortalezas y aprendizaje aunque a veces ni lo notemos. Porque hasta en la más cruel tormenta llega un momento en el que se desata la calma. Porque a través del fuego de las aflicciones, que muchas veces tenemos que enfrentar, probamos nuestra resistencia.
Porque si no existieran las cosas que identificamos o vemos como obstáculos y pruebas, tal vez no podríamos apreciar la gloria y la belleza de los momentos bellos, de las sonrisas y de los recuerdos eternos.
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