lunes, 27 de julio de 2015

Un deber cristiano

¿Está usted ayudando a cuidar y mantener a un pariente que no puede hacerlo por sí mismo, especialmente padres y abuelos? ¿Les hizo saber que si lo hace es por la voluntad de Dios? Es nuestro deber cristiano (1 Timoteo 5:4)
Yo fui forzada durante mi infancia, por consiguiente, mi actitud hacia esta instrucción bíblica era que estaba exenta de ella por como fui tratada. Después de todo, ¿cómo podía Dios esperar que yo cuidara a las personas que nunca hicieron por mí nada más que daño? Quizá usted haya sido herido por sus padres y ahora los ignora. Comprensible, pero no aceptable. Debemos darnos cuenta de que "la persona lastimada puede a su vez, lastimar a las personas" pero desarrollar, por contra y sin embargo, una actitud misericordiosa e indulgente hacia quienes nos han hecho daño. Cuando realmente hemos perdonado, nos sentimos deseosos de ayudar a quienes realmente, no merecen ser ayudados. Nosotros no merecemos la ayuda de Dios, pero de todos modos, Él nos ayuda y espera que hagamos lo mismo con otros.
Aunque era difícil, llegó un momento en el que tomé la decisión de hacerme cargo del cuidado de mis ancianos padres, y, como resultado, he visto el favor y la bendición de Dios. Podemos hacer otras "buenas obras", u "obras de iglesia", pero si hacemos caso omiso de este deber, no estamos haciendo lo debido. Si un creyente deja de proveer a sus parientes, es peor que un incrédulo, y no cumple sus obligaciones en esta materia (1 Timoteo 5:8).
Puede que usted no fuese maltratado por sus padres, pero está ahora demasiado ocupado para llamarlos a ellos, a sus abuelos y a sus otros parientes. Quizás su programación está demasiado saturada para desempeñar sus funciones familiares. La mayoría de nuestros programas están demasiado llenos de actividades que no son tan importantes. Están llenos de cosas que queremos hacer, pero no de cosas que debemos hacer. Aunque Dios quiere que seamos bendecidos y tengamos cubiertos nuestros deseos, Él desea, primero y principalmente, que cumplamos nuestro deber como creyentes en Jesucristo. Y si no cuidamos a nuestras propias familias, Dios no está contento.
La Palabra de Dios enseña que no debemos escondernos de las necesidades de nuestra propia carne y sangre (Isaías 58:7). La instrucción es seguida por una promesa de bendición: "Si así procedes, tu luz despuntará como la aurora, y al instante llegará tu sanidad; tu justicia te abrirá el camino, y la gloria del Señor te seguirá" (Isaías 58:8). Las bendiciones siguen a la obediencia. Anímese a obedecer específicamente 1 Timoteo 5:4-8. Usted será bendecido cuando lo haga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario