domingo, 26 de julio de 2015

La obediencia: Una decisión del corazón

La vida cristiana es caminar obedientemente con Dios. La obediencia es tan importante para el Señor, que Jesús insistió en modelarla durante toda su vida en la Tierra: “Nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo. Porque el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Juan 8.28, 29). ¿Puede decir usted lo mismo?
El deseo del Señor es más que salvarnos; Jesucristo quiere vivir dentro de nosotros para mostrarle al mundo quién es Él. Dios envió su Espíritu para vigorizar e inspirar nuestra vida, y para que podamos realizar las tareas que nos asigne. No podemos tener éxito solos, por lo tanto, el Espíritu Santo que habita en nosotros, nos permite vivir en constante obediencia con el mismo poder que resucitó al Señor Jesús de los muertos (Romanos 8.11).
Podemos tropezar de vez en cuando, pero lo importante es hacia dónde se inclina nuestro corazón. ¿Tendemos a complacernos o a obedecer a Dios? La Biblia nos muestra a muchos héroes de la fe que no siempre fueron obedientes, como Moisés, Sara, Pedro y David. Pero Dios sabía que David era un varón de actuar conforme al dictado de su corazón, y también escuchamos el clamor de su corazón en las palabras que escribió: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Salmos 42.1, 2). ¿Tiene usted el anhelo de obedecer a Dios sobre todas las cosas, en cada decisión que vaya a tomar, pase lo que pase? Si es así, puede tener la seguridad de que Él le mostrará la manera de hacerlo, porque el Señor honra siempre el hambre y la sed de Él.

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