viernes, 8 de mayo de 2015

¡No te lamentes por la leche derramada!

¡Ayer ya se fue, y nada puedes hacer con relación a lo sucedido! ¡Sigue adelante! ¡No te lamentes por la leche derramada!
Todas esas frases y dichos venían a su mente mientras se marchaba de la sala del tribunal. El matrimonio de Jim había terminado. Era la primera persona que se divorciaba en su familia, y esta realidad lo devastaba.
¿Qué pensará mi familia de mí? Se preguntaba.
Un par de meses después, una tarde nevada de invierno, encontró la respuesta. Jim había viajado desde su casa, en el sur de Texas, a un pequeño pueblo situado en las Montañas Rocosas de Colorado, para visitar a su hermano por la Navidad. Ya casi oscurecía, cuando el autobús se deslizó en el estacionamiento de una estación de servicio.
Enormes copos caían suavemente y todo quedó cubierto de nieve. Jim estaba extenuado e inquieto, mientras descendía del autobús. Repentinamente, encontró a Steve, su hermano mayor y Jim quedó atrapado en un abrazo enorme, de tal magnitud que superaba a todos los de su clase. Cuando Jim levantó la vista, vio a su padre parado a la orilla del estacionamiento con una sonrisa en su rostro. El acto de bienvenida que le habían ofrecido, le hizo sentirse amado.
Ese sencillo mensaje de amor y aceptación, transmitido en una tarde nevada de invierno, tuvo un profundo impacto en la vida de Jim. No hizo desaparecer su pesar como por arte de magia, pero con el transcurso del tiempo, le capacitó para ganar fortaleza y aliento cada vez que lo recordaba. 
No importa lo que hayamos hecho, somos valiosos y bienvenidos en el reino de Dios y cada día es un nuevo día. 
Proverbios 28:20  El hombre fiel abundará en bendiciones.

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