martes, 7 de enero de 2014

Poder delator - Ánimo en mensaje

delator
Hay una frase muy popular que dice: “si quieres conocer a alguien dale poder, el poder no corrompe, delata”, y estoy totalmente de acuerdo con ella. He tenido la oportunidad de observar a personalidades cambiar y a personas que ya han sido totalmente transformadas, por un poco más de poder que llegó a sus manos.

En los distintos contextos en los que me desenvuelvo he conocido bastantes tipos de personas, y lo común en todas siempre ha sido en lo que se han convertido por el poder. He visto rostros desdibujarse, he escuchado palabras ásperas y he sido testigo de la indiferencia que expresan algunas personas, que de la noche a la mañana fueron asignados en un cargo o posición que, a la larga, les llevó al camino de la auto-destrucción. Y nadie quiere compartir la mesa con un soberbio. Nadie.

Seguro que mientras lees estas líneas, estás pensando en alguien que conoces a quien el tener o recibir poder le afectó. Cuando se está en una posición de autoridad se muestra la verdadera cara, el verdadero liderazgo encapsulado en la persona, y como bien dice el refrán, el poder no te corrompe, sino que te delata, te muestra tal y como eres. Esto lo podemos ver en la política todos los días, en nuestros trabajos y tristemente en los aspectos más íntimos y característicos de las personas.

Cuando pienso en esto, frecuentemente pienso en Jesús. Él encarnó todo el poder del Padre y este poder le delató, le puso en evidencia. A través de este poder expresó y manifestó el amor profundo que sentía por la humanidad, mostró su corazón misericordioso y lleno de un amor sin límites, inconcebible para nosotros, inexplicable para muchos. El poder que Dios confirió a Jesús para con nosotros, les delató a ambos por completo. Por una parte, delató el profundo amor y compromiso con la humanidad que Dios tiene grabado a fuego en su corazón, y por otra parte, delató el sometimiento sublime que tuvo Jesús al afrontar esta dura misión, quien desde un principio conoció la letra pequeña de su contrato. El poder de Dios encarnado en Jesús, fue la demostración más gráfica de lo que la frase con la que comenzamos quiere decir.

Cada vez que por alguna vía recibamos un poco de poder, no lo olvidemos y examinemos cómo estamos actuando y qué es lo que estamos haciendo con ese poder que se nos dio. Cada vez que recordemos que Dios nos ha dado poder, pensemos en qué y para qué lo estamos usando, ¿es sólo para nuestro provecho o estamos empleándolo bien, ¿alguien más se ve beneficiado de este regalo o lo guardo como un tesoro escondido?

Que el poder que Dios nos da delate un corazón como el de Él, al menos en su décima parte…

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