“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.”
Jeremías 29:11
Nueva Versión Internacional (NVI)
Doy gracias a Dios porque esta semana fue de gran bendición y revelación, y este hermoso versículo confirma y reafirma los planes que Dios tiene para mi vida y para la tuya, planes que son de paz y no de mal, para concedernos lo que esperamos, y también gracias por la oportunidad de poder compartirlo con ustedes.
Resulta que desde hace algún tiempo tengo ciertos problemas digestivos que ya han empezado a afectar mi vida. Me causan dificultades para dormirme y, como tengo que levantarme temprano para trabajar, a veces me siento cansada y con sueño. Realmente no le había prestado mucha atención a esto, pero últimamente el problema se ha agudizado, y después de clamar al Señor por una respuesta, comencé a investigar sobre el caso y a tomar conciencia del problema para buscar una solución, y descubrí que aunque no es una enfermedad, sí puede llegar a serlo si no tomo los medicamentos para el caso. Gracias a Dios no es nada grave y tiene solución, pero implica un cambio en mi estilo de vida y en mis hábitos alimenticios.
La edad, el estrés y los cambios hormonales, entre otras, son algunas de las causas principales de cambios en nuestro organismo, y aunque nosotros no seamos conscientes de ellos, realmente nos afectan e impactan en nuestro entorno.
En mi caso en particular, lo primero que tuve que hacer fue, por supuesto, reconocer que ya no tengo 20 años y que mi cuerpo no asimila los mismos alimentos que antes, ni a la misma velocidad ni cantidad, y tuve que aceptarlos; es parte de la vida y, dado que no tengo, ni tenemos, ningún control sobre ellos, debo aceptarlos y aprender a convivir con ellos; y adaptarme, ajustando mi estilo de vida, rutinas y sobre todo los hábitos alimenticios.
De la misma manera, cuando recibimos a Jesús en nuestra vida, Él comienza a trabajar en nosotros, poco a poco nos trae cambios, su Palabra comienza a dar fruto, a limpiarnos y, al igual que los cambios fisiológicos, no tenemos control sobre ello; nuestra vida le pertenece, nuestro destino, aunque no nos guste lo que nos sucede, es algo que tenemos que aceptar y hacer lo que tengamos que hacer en base a Su voluntad, no a la nuestra, y aprender a convivir con Él, ser conscientes de su presencia, de su amor y del propósito que tiene para nuestra vida.
Porque su Palabra es verdad y siempre se cumple. Dios nos ama y tiene un plan para nuestra vida, que no se limita sólo a que cuando nos muramos iremos a su lado y viviremos con Él el resto de la eternidad; también incluye a nuestro vivir, a nuestra familia, nuestra salud y nuestro progreso espiritual, físico y financiero.
Es aquí y ahora donde Dios está presente, cada día, con cada circunstancia, en cada amanecer y con cada anochecer; Dios es Dios de vivos, no de muertos y, así como Él tiene pensamientos y planes de bien, bienestar y paz para nosotros, también espera que nosotros le reconozcamos en todos nuestros caminos, que le tengamos presente en nuestra mente y nuestro corazón, que le amemos, confiemos y esperemos en Él y sobre todo, que le tengamos en cuenta en las decisiones que tomemos. Ser cristianos significa que estamos en Él y Él en nosotros, estamos unidos, casados y hay que aprender a vivir con ello; Él prometió no dejarnos nunca, ni abandonarnos, igual que tenemos que aprender a vivir con algunos problemas en nuestra existencia, tengan solución o no la tengan.
Henry Ford, dijo: “Nadie cambia si no siente la necesidad de hacerlo”, por eso lo primero es reconocer el problema, lo segundo orar y, por último, actuar conforme a la palabra de Dios.
Aprovechemos la oportunidad que tenemos en vida para relacionarnos con Jesús, para aprender de Él, para convivir con Él, para honrar a nuestro Padre Celestial y al Espíritu Santo ahora que no les vemos, porque si no, ¿cómo lo haremos cuando estemos en su presencia por toda la eternidad?
“Yo soy el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob”? Él no es Dios de muertos, sino de vivos.”
Mateo 22:32Nueva Versión Internacional (NVI)
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