Dios me bendijo con un padre terrenal, que a pesar de no ser perfecto ha sido el idóneo para mi vida. Mi papá es un hombre al que admiro; cada día de reunión en la iglesia es el primero en llegar, se para en la puerta y saluda a todas las personas con una sonrisa tremenda y con un abrazo que no puede faltar, siempre se le echa en falta si no está.
A veces me he preguntado cómo hace para que después de tanto años, siempre siga siendo de los primeros en llegar a la Iglesia. Es un hombre desde mi punto de vista joven, no pasa de los 60 años, pero como yo le digo: “eres un traga años”.
Él es una de las personas que han influido en mi vida para ser el hombre que soy ahora. Quizá nunca se lo he dicho, pues a pesar de que hace más de una década que somos cristianos, fuimos criados en una cultura en la que se demuestra poco el amor que se siente. Me es difícil decirle que le amo, pero realmente le amo; hace años no le valoraba tanto como ahora, y es que cuando los años van pasando te das cuenta de lo importante que ciertas personas han sido en tu vida, y por eso cada vez que le abrazo trato de trasmitirle el amor que siento por él.
Hace muchos años en un campamento juvenil, estábamos todos reunidos y nos entregaron una carta escrita de parte de cada uno de nuestros padres. Sinceramente yo no me lo esperaba, la carta era de mi padre, y desde que comencé a leerla no paré de llorar; incluso en este momento que recuerdo ese episodio, mis ojos se ponen vidriosos y me vuelve aquel sentimiento de ese día...singular.
En su carta no me decía muchas cosas, pero me dijo algo que marcó mi vida y me dio el aliento preciso para seguir sirviendo y luchar para el Señor. Me escribió:
“Hijo, yo confió en ti, yo sé que un día vas a ser un gran pastor porque creo en ti y Dios tiene grandes planes para tu vida, siempre te respaldaré en todo lo que hagas”.
Esas palabras inundaron mi corazón de un sentimiento que hasta ese entonces no había experimentado. El hecho de saber que mi padre confiaba en mí y en el Ministerio que Dios me había delegado, era un respaldo y, al mismo tiempo, un aliento para seguir luchando por lo que anhelaba.
Para mi papá yo soy una estrella, él está orgullo de mí y de lo que hago para el Señor. Hay momentos en los que no puede callar su orgullo y una y otra vez cuenta cosas que yo le digo que no cuente, que no hace falta, pero así es mi padre; el sentimiento de orgullo que siente por mí le hace no quedarse callado, y lo entiendo, porque lo mismo hago yo con mi hijo Uziel, que cuento las cosas tan inteligentes que hace y eso me hace sentirme orgulloso.
Pues así mismo somos para nuestro Padre Celestial; para Él eres una Estrella, Él confía en ti y te respalda en el llamado que te ha hecho. Aunque todos te den la espalda, Dios jamás te la dará porque eres su hijo(a) amado(a), su amor por ti es ETERNO e incomparable.
Así es Dios, y Él te dice ahora:“Hijo mío, yo te conocí desde antes que nacieras, ya tenía, pues, un propósito para tu vida, y aunque muchas veces dudes de ello, yo siempre estaré ahí para animarte, para confortarte, para hacerte sentir que no he olvidado el pacto que hice contigo. Tú para mí eres una estrella, y aunque los demás no crean en ti, Yo sí creo en ti. He puesto mis ojos sobre ti y te llevaré hasta donde te he prometido. Te pido que no desmayes, no permitas que la duda evite que mis propósitos se cumplan en tu vida, al contrario, cuando la duda venga, recuerda que Yo soy más poderoso que cualquier cosa que pueda venir a tu vida y que cuando prometo algo, lo cumplo, porque no soy hombre para mentir, ni hijo de hombre para arrepentirme de lo que te he dicho. Así que CONFÍA EN MÍ, que yo te respaldaré en todo lo que emprendas”.
Amados hermanos, para Dios somos ESTRELLAS, no porque seamos perfectos, sino porque Él no nos ve como somos, sino cómo llegaremos a ser cuando nos tome en sus manos y transforme nuestra vida.
Más allá de lo externo, Dios ve el potencial que hay en nosotros. Si hay alguien que realmente sabe muy bien nuestras cualidades es DIOS, por eso para Él somos ESTRELLAS, somos los mejores y por eso siempre nos respaldará cuando nos decidamos a hacer su voluntad.
No importa que el mundo no vea en ti la capacidad que tienes, pues Dios si la ve y para Él tú eres UNA ESTRELLA, así que NO TE DETENGAS, ¡¡SIGUE ADELANTE!!
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