sábado, 6 de julio de 2013

Firmes en nuestra fe - Devocional

“Así que, hermanos, sigan firmes y manténganse fieles a las enseñanzas que, oralmente o por carta, les hemos transmitido.”
2 Tesalonicenses 2:15
Nueva Versión Internacional (NVI)
El reciente hecho de que La Corte Suprema en Los Estados Unidos aprobara el matrimonio entre las parejas del mismo sexo, ha causado muchas reacciones, tanto a favor como en contra, principalmente  de las iglesias cristianas, católicas y ortodoxas, generándose centenares de comentarios, muy interesantes todos,  de donde surgen algunos interrogantes, como por ejemplo:
  1. ¿Cómo pueden afectarnos a nosotros los cristianos estos hechos, con familias tradicionales, con niños pequeños que van a escuelas y a colegios del gobierno o privados, en donde la educación religiosa está prohibida o es alternativa?
  2. ¿Qué les vamos a decir a nuestros hijos, nietos o familiares pequeños, cuando nos pregunten cuál es nuestra posición, si lo aprobamos o no?
  3. ¿Hacia dónde va el mundo? ¿Hacia otra Sodoma y Gomorra? ¿Y por ende, a otra destrucción?
  4. ¿Qué sentiríamos al ver a nuestros amigos, vecinos o familiares, hundirse y perderse sin esperanza de salvación?
  5. Estamos convencidos de verdad del camino que escogimos seguir cuando aceptamos a Jesús en nuestra vida? ¿Y nos mantendremos firmes en la fe, cuando nos traten de anticuados, antisociales, fanáticos y otros calificativos?
Son innumerables los interrogantes, pero por ahora vamos a ver algunas alternativas o respuestas a las anteriores preguntas:
  1. La primera, está claro que no podemos confiar totalmente la educación de nuestros hijos a las escuelas públicas o privadas; el sistema y el gobierno son dos caras de una misma moneda, el mundo, y ya sabemos que el mundo ni conoce a Jesús ni es nuestro amigo; a los políticos les interesa darle gusto a la gente, aprobar leyes que favorezcan al pueblo a cambio de ganar su favor, lo que se expresa en votos en las urnas, que eligen a los gobernantes. La principal educación es la que se ejerce en casa, en el seno de la familia, en el hogar; esa es la educación que verdaderamente importa, la que se graba en nuestra mente y en nuestro corazón. Es la semilla de la Palabra de Dios, que se siembra en el corazón y la mente de los niños y que cuando sea el momento va a producir su fruto. Lo que nos queda de la adolescencia es lo que aprendimos acerca de Dios y de La Biblia. Es en el hogar donde se fundamenta la verdadera educación; son los cimientos para construir sobre roca y no sobre arena.
  2. Debemos ante todo, entender, nosotros mismos, cuál es la diferencia entre las leyes y mandamientos de Dios y las leyes humanas o mandamientos de los hombres y del mundo, para luego poder explicar a nuestros niños, que hay matrimonios y conductas aprobadas por el hombre y matrimonios y conductas aprobadas por Dios, y que en cualquier caso, respetando las leyes, el gobierno y el sistema, debemos obrar conforme a nuestra conciencia y principios cristianos. Desde los tiempos de Jesús, quedó claro que una cosa es lo que piensa el mundo y otra lo que piensa Dios; una cosa es la política, el dinero y los intereses del mundo y otra muy distinta obedecer a Dios, sus leyes y mandamientos, y hacer su voluntad.
  3. Está escrito: todo lo que está sucediendo en el mundo, el nivel de degradación y degeneración de la humanidad es tan grande, que ya estamos superando el índice de maldad, de perversidad, de atrocidad que pudo haberse vivido en Sodoma y Gomorra, e incluso el nivel que había alcanzado la humanidad antes del diluvio universal. Y no es porque haya gays en el mundo, pues muchos son excelentes personas, buenos seres humanos, sino porque se ha perdido por completo el norte, la dirección de hacia donde vamos. Por eso, cuando vemos los cambios climáticos, la desaparición de las especies, los tsunamis, los terremotos, tornados, huracanes y otros desastres que están arrasando con poblaciones enteras, borrando del mapa naciones y aniquilando miles de vidas, no podemos dejar de pensar que todo esto tiene que estar pasando porque Dios lo está permitiendo, porque tiene que haber un equilibrio, porque Dios no puede permitir que el mal prevalezca sobre el bien y porque seguro que todo esto no es más que el comienzo del fin. Triste y desafortunadamente tiene que ser así, porque así es como se separaran y diferencian el trigo de la cizaña y todos, absolutamente todos, conocerán del Señor y oirán hablar de Él, tendrán la oportunidad de arrepentirse o definitivamente desecharle, y tomar una decisión sobre el camino que quieren tomar.
  4. Esta es la parte más triste de la historia, ver a nuestros amigos, vecinos y familiares perderse sin posibilidad de salvación, porque desecharon la gracia, el amor y el perdón de Dios, para entregarse al deleite y complacencia de sus deseos. Pero hay algo que podemos hacer y es orar, orar no sólo por nuestros amigos y seres a quienes amamos, sino también por nuestros enemigos, por aquellos que no conocemos, por los países, por los gobernantes, por la paz en Israel y por la misericordia de Dios para esta tierra.
  5. Para terminar, la respuesta a esta ultima pregunta es muy importante, pues no podemos ser tibios, ni creer a medias, ni ser sólo simpatizantes del cristianismo, ni ir a la iglesia sólo porque nos gusta como cantan esas canciones tan bonitas; debemos estar seguros, convencidos y convertidos de nuestra pasada manera de vivir hacia una nueva vida, seguros en dar testimonio con nuestra vida, seguros que Cristo está en nuestro corazón, que amamos, conocemos y obedecemos a Dios con todo nuestro corazón, mente y cuerpo. Si este es el camino que escogimos, caminemos en él con la frente en alto, sin sentir vergüenza porque somos cristianos; si nos autoproclamamos cristianos, comportémonos como tales y sigamos adelante, porque somos lámparas encendidas para aquellos que andan en tinieblas; somos la sal de este mundo; no podemos servir a dos dioses: a Dios y al diablo al mismo tiempo. Esto sería como si camináramos con un pie en el cielo y otro en el infierno, y al final tendríamos los dos en el infierno.
Necesitamos que Dios tenga misericordia de nosotros, que nos limpie cada vez más y renueve nuestro espíritu dentro de nosotros, como clamo David en el Salmo 51.

“Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio,
y renueva la firmeza de mi espíritu.
No me alejes de tu presencia
ni me quites tu santo Espíritu.
Devuélveme la alegría de tu salvación;
que un espíritu obediente me sostenga”

Salmos 51:10-12
Nueva Versión Internacional (NVI)

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