Vivimos en una cultura en donde nos gusta mucho recibir pero muy poco dar. Pasamos más de la mitad de nuestra vida pidiendo a Dios, y la verdad es que no está nada mal, pues su Palabra dice que pidamos y se nos dará, pero a veces llegamos al extremo de olvidarnos, que también la misma Palabra de Dios nos incita a dar.
La Biblia dice:
“En todo os he enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.”
Es bueno que pidamos al Señor, pero ¿cómo de buenos somos nosotros para dar? Y cuando hablamos de dar, no sólo se trata del hecho de dar porque tengo mucho, sino al hecho de dar aunque no tenga mucho.
Hay mucha gente que está mucho más necesitada que nosotros, pero desgraciadamente la mayoría de las veces nosotros sólo velamos por nuestro bien y no por el de nuestro prójimo; nos amamos a nosotros mismos, pero nos olvidamos de amar a nuestro prójimo de la misma manera, en la que nosotros mismos nos amamos.
A veces cuando alguien nos pide que le demos algo, por lo general siempre damos lo que nos sobra, lo que ya no usamos, lo que no nos es necesario, lo que tenemos desperdigado por ahí, y aun así tenemos el descaro de sentirnos muy buenos samaritanos por dar lo que ya no usamos, no nos gusta o ya no queremos. ¿Seríamos capaces de dar no lo que ya no nos gusta o no queremos, sino lo que realmente nos gusta? ¿Seríamos capaces de regalar aquella camisa nueva que acabamos de comprar y que tanto ahorramos para obtenerla? ¿Serías capaz de regalar esos zapatos que tanto dinero te costaron, pero que hay una persona que los necesita más que tú?
La mayoría de nosotros estamos muy apegados a lo material y nos es difícil dar a los demás de lo que tenemos. Nos excusamos de una y mil maneras, olvidándonos del principio que nos enseña la Palabra de Dios: “Más bienaventurado es dar que recibir”.
Ahora bien, en el ámbito espiritual nos encanta que Dios derrame mucha bendición y fortaleza sobre nuestra vida, pero ¿qué le estamos dando nosotros a Dios?
A Dios no le vamos a impresionar dándole mucho dinero u oro, porque Él es el dueño del dinero y del oro, no le vamos a impresionar con nada material ni externo, no. La única forma de impresionar a Dios es darle lo mejor de nosotros, nuestra mejor alabanza, nuestro mejor servicio, nuestra mejor adoración, nuestro mejor testimonio, o sea, darle una excelente manera de vivir, y haciendo ésto debemos estar seguros que le estamos dando a Dios lo que Él se merece, la gloria, la honra y la alabanza verdadera.
Muchas veces vamos por la vida sólo pidiendo, pidiendo y pidiendo, olvidándonos que también debemos dar a Dios. Muchos quieren ser bendecidos por Dios, pero ni siquiera se preocupan de agradar a Dios en lo más mínimo.
Necesitamos cambiar de actitud, precisamos comenzar a dar, y de está forma comenzaremos a notar cómo nuestra vida comienza a girar para bien de una manera maravillosa. Cuando damos nos sentimos bien con nosotros mismos, cuando damos a Dios nos sentimos más fortalecidos.
¿Hay gente necesitada a tu alrededor?, no le des lo que te sobra, ni lo que no te gusta, ni lo que ya no quieres; dale lo mejor que puedas darle, y Dios comenzará a bendecirte porque hay una regla que nunca falla y está es: Lo que sembramos, cosecharemos.
¿Le estás dando lo mejor de ti a Dios?, evalúa sinceramente tu vida y observa si realmente estás dando lo mejor de ti a Dios, porque cuando comiences a dar lo mejor a Dios, Dios comenzará a darte lo mejor de Él.
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