Todos hemos pasado por momentos en los que la desesperación nos impulsa a desconfiar de las respuestas de Dios. Momentos en donde nuestra mente acusa y nos quiere hacer pensar que Dios, simplemente, no va a responder.
Yo he vivido esos momentos en los que anhelo una respuesta rápida, y en los que mi mente se pregunta dónde está Dios en esos momentos.
Cuando Dios trabaja lo hace en silencio. Él tiene cada tiempo medido, Dios es el dueño del tiempo y jamás llega desfasado. A veces creemos que es tarde, pero la realidad es que Dios siempre está en su momento.
Posiblemente hayas tenjdo momentos de experimentar ese aparente silencio, en el que parece que Dios se ha olvidado de tu respuesta; cuando tu mente acusadora y tu falta de fe te quieren llevar, las dos, a dar todo por perdido. ¡Un momento!, Dios nunca da nada por perdido, Él siempre tiene la última palabra y si todavía no ha hablado, no puedes dar por cerrado este caso.
Cuando Dios trabaja, examina cada situación, cada momento, cada circunstancia, cada consecuencia que tendrá su respuesta. Él evalúa los tiempos y coloca en su agenda el momento perfecto en el que, en su infinita sabiduría, ha llegado a la conclusión que tiene que responder.¿Por qué te desesperas?, ¿por qué dudas?, ¿por qué permites que tu mente le gane a tu fe?, ¿por qué quieres dar todo por perdido? ¡Hoy Dios te quiere recordar que Él es el dueño de los tiempos y que Él está trabajando, para dar una respuesta perfecta a tu situación.
Dios tiene escrito en su agenda la forma, la hora, el lugar y todo lo que contiene esa respuesta perfecta, que sin duda viene en camino y la cual no será en el tiempo que tu consideres correcto o según tus criterios, sino según la perfecta voluntad de Dios, en su tiempo perfecto.
¡Mantén tu fe! ¡No desmayes! ¡No dudes! ¡No juzgues antes de tiempo!; en su lugar cree, sé valiente, confía y declara que Dios dará una respuesta perfecta a tu situación.
¡Dios está trabajando!, por lo tanto: ¡Sigue creyendo!
“Aunque la higuera no florezca,
Ni en las vides haya frutos,
Aunque falte el producto del olivo,
Y los labrados no den mantenimiento,
Y las ovejas sean quitadas de la majada,
Y no haya vacas en los corrales;
Con todo, yo me alegraré en Jehová,
Y me gozaré en el Dios de mi salvación.”
Habacuc 3:17-18 (Reina-Valera 1960)
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