Generalmente vienen a nosotros problemas o situaciones nuevas, por lo que no tenemos un “repertorio” de cómo vamos a proceder y mucho menos, de cómo va a terminar el problema. En esos momentos nos sentimos muy solos, nos aislamos pensando que en nuestro silencio vamos a encontrar la respuesta. Cuando no ésta no sucede, nos desanimamos con facilidad y preferimos enfrascarnos en absurdas reflexiones que no llevan a ningún sitio.
¿Qué podemos hacer al respecto? La verdad es que hay una manera infalible de superar estas circunstancias adversas ¿Cuál es? Es muy simple y seguro que tú ya la manejas muy bien, se llama: HABLAR. Sí, HABLAR.
Hablar es un acto creativo, construimos un mundo a través de las palabras. Por ejemplo, si cuando me levanto por la mañana digo “qué día más horrible”, lo más probable es que el día no me quiera defraudar y sea precisamente así: horrible. Pero si frente a una situación yo hablo con confianza, con buen humor, alegría, esperanza y positivismo, es muy probable que el día se transforme en eso. Bueno, pues lo mismo ocurre cuando estoy en dificultades.
No necesito ser un solitario cuando hay gente que me rodea que podrá escucharme (si no es así, siempre puedo tener una buena conversación conmigo mismo) y aportarme cosas desde la experiencia que ellos han vivido. Cuando necesito ayuda o compañía, debo aprender a pedirla. No nos hacen menos fuertes nuestras debilidades; por el contrario, nos hacen valientes cuando somos capaces de reconocerlas y saber cuándo es el tiempo adecuado de hablar para pedir asistencia.
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