martes, 5 de febrero de 2013

Luz para el camino - Esperanza - vídeo

Había una vez, hace cientos de años, en una ciudad de Oriente, un hombre que una noche  iba caminando por las oscuras calles, llevando una lámpara de aceite encendida.
La ciudad era muy oscura en las noches sin luna como aquella.
En un determinado momento, se encuentra con un amigo. El amigo le mira y de pronto le reconoce.

Se da cuenta de que es Guno, el ciego del pueblo. Entonces, le dice:
 - ¿Qué haces, Guno, tú ciego, con una lámpara en la mano? Si tú no ves...


Entonces, el ciego le responde:
 - Yo no llevo la lámpara para ver mi camino. Yo conozco la oscuridad de las calles de memoria. Llevo la luz para que otros encuentren su camino cuando me vean a mí... 
No sólo es importante la luz que me sirve a mí, sino también la que yo uso para que otros puedan también servirse de ella.

Cada uno de nosotros puede alumbrar el camino para uno mismo y para que sea visto por otros, aunque uno, aparentemente, no lo necesite.

Alumbrar el camino de los otros no es tarea fácil... Muchas veces, en vez de alumbrar oscurecemos mucho más el camino de los demás... ¿Cómo? A través del desaliento, la crítica, el egoísmo, el desamor, el odio, el resentimiento...

¡Qué hermoso sería sí todos ilumináramos 
los caminos de los demás!


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