viernes, 11 de enero de 2013

¿Qué quieres de mí, Tú, oh Dios? - Devocional - vídeo

“Porque misericordia quiero y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos.”
Oseas 6:6
A propósito del año nuevo y los buenos propósitos que siempre hacemos cuando iniciamos uno, parece que es un buen momento para que en nuestros propósitos incluyamos también a Dios; parece que es un buen momento para que nos preguntemos qué quiere Jesús de nosotros. ¿Quizá tenemos algo que  cambiar? Tal vez. Él quiere que dejemos de prometer lo que no vayamos a cumplir; siempre le estamos diciendo a Dios lo que nosotros queremos, pero alguna vez le hemos preguntado, ¿Tú que quieres de mí?
Pues hagámoslo entonces con un corazón sincero, contrito y humillado y seguro que Dios nos respondería: “Porque misericordia quiero y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos” como se lo manifestó al profeta Oseas.
Por tanto, esforcémonos en comprender el significado profundo de sus palabras; misericordia es sinónimo de benevolencia, benignidad, bondad, compasión, gracia y amor; también es perdón,  generosidad y amabilidad, pero ninguna de estas cualidades pueden florecer en nuestro interior si tenemos un corazón duro, si somos inflexibles, demasiado estrictos o rencorosos y no queremos perdonar.
Dios nos ha dado el Espíritu Santo y, con Él, el poder de amar y de perdonar verdaderamente; si no lo hacemos, no es porque no podamos, es porque no queremos y esto es grave, muy grave… Jesús nos enseñó el mayor amor por medio del sacrificio de su propia vida y sin amor, ¿cómo podríamos tener misericordia?, ¿cómo podríamos perdonar?
Recordemos la historia del Buen Samaritano (Lucas. 10.25-37) y cómo, de una u otra manera, todos los libros de La Biblia giran alrededor del  Padre, de su amor, y del Mesías (Jesucristo). Dios es amor y el amor es el mandamiento que nos dejó nuestro Salvador para protegernos, pues el amor es la fuerza más poderosa del mundo y quien ama, Dios está en él y Dios le guarda.
Ser demasiado estrictos, inflexibles o duros nos inhabilita para experimentar el maravilloso amor de Dios y la bendición de conocer y expresar el verdadero amor, que finalmente es lo que sanará nuestra mente y nuestro corazón.
Ser misericordioso con otros permitirá que nosotros alcancemos misericordia frente al trono de Dios, pues como fue dicho: Con la misma vara que medimos, seremos medidos también.
La segunda parte de este versículo habla de “Conocimiento de Dios mas que holocaustos”. Esforzarse en conocer más de Dios, de su Palabra, es más importante que los holocaustos, aunque éstos ya no tengan las características antiguas cuando se sacrificaban animales en honor al Creador; los holocaustos modernos son “nuestros propios sacrificios”, como el no perdonarnos a nosotros mismos y creer que merecemos sufrir por algo o justificar el sentimiento de culpa en vez de erradicarlo de nuestro corazón; es intentar “ayudar” a Dios haciendo el bien según lo entendemos y no de acuerdo a la Verdad y a la Palabra de Dios; es hacer promesas que nunca se cumplen; nosotros lo sabemos y, sin embargo, seguimos haciendo promesas y propósitos como si fuéramos dueños de nuestra vida.
Si conociéramos más a Dios y comprendiéramos su amor, toda la estructura de mentira sobre la que está construida nuestra mente se vendría abajo y sólo aceptaríamos el amor de Dios para restaurar, reconstruir nuestra vida desde sus cimientos, desde la raíz misma de la verdad fundamentada en Cristo Jesús; en el único camino, la verdad y la fuente de la vida.
El Conocimiento de Dios sólo proviene de dos fuentes: la Palabra de Dios y su revelación directa. Esta última es la voz de Dios y sólo puede escucharse cuando miramos en nuestro interior, cuando meditamos en nuestro Señor y buscamos su presencia.
La consecuencia de una vida conforme a la voluntad de Dios, que se esfuerce en vivir conforme Él quiere que vivamos, se refleja en estas palabras de Jesús:

“Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su propio afán. Basta a cada día su propio mal.”

Mateo 6:33-34


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