lunes, 21 de enero de 2013

No lo permitas… - Mensajes

Hace pocos días atrás tuve una experiencia no muy agradable ni que quiera recordar especialmente; sin embargo, tuvo el poder de inspirar estas líneas, porque me removió internamente.
Siempre creí en que no podemos hacer “leña del árbol caído” y de que, cuando nos enfrentamos a estas situaciones, debemos hacer el mayo esfuerzo por no olvidar que desde afuera la situación se ve muy distinta a lo realmente puede ser; por lo tanto, es necesario desarrollar una empatía mejor y dejar atrás ciertos juicios y prejuicios. Esto parece sonar más fácil de lo que realmente es.
No me cabe la menor duda que, como yo, tú también debes haber cometido mucho errores. Tal vez te relacionaste con la gente equivocada y eso trajo para ti una mala reputación, o bien tuviste una seguidilla de rupturas amorosas que te hacen ver como alguien inestable y poco serio. No lo sé, pueden ser tantas las cosas en que pudimos habernos equivocado, que a juicio de otros pueden verse como lo más terrible del mundo. Y claro, en algún momento, cuando nos equivocamos, cuando sentimos que nos fallamos a nosotros mismos, es muy probable que también tengamos una visión poco benigna de nosotros mismos y nos juzguemos con gran severidad. Pero otra cosa es que alguien que "no está en tu pellejo" te señale con el dedo y llegue incluso a hacer comentarios alusivos a tu “moral”.
Lo anterior me hace pensar que no podemos permitir que nadie nos haga sentir como Cristo jamás nos ha hecho sentir. El Señor, siendo quien es, tendría todo el derecho y poder para hacernos sentir avergonzados de nuestro pasado, de nuestra antigua vida, pero Él no lo hace, y no lo hace, no porque no lo “merezcamos”, sino  porque Él es pura gracia; Él nunca te hará sentir lo que realmente eres porque te ama tanto que decidió vivirlo por ti. Si Él no te pide que le rindas cuentas por tu pasado, con sus errores y sus aciertos, nadie puede pedirte entonces que lo hagas, ni mucho menos que tengas que pedir perdón por decisiones que ya tomaste y que ya dejaron su huella.

Cuando vuelvas a relacionarte con alguien, de la forma que sea, no olvides lo mencionado anteriormente: Nunca permitas que alguien  te haga sentir como Cristo nunca lo ha hecho, ni tampoco lo hará; tal vez tú no eres perfecto, o perfecta, pero si Dios no te juzga ¿por qué alguien más puede hacerlo?  Deja que el que empezó la buena obra en ti la termine, hasta el punto en que seas un reflejo de Cristo vivo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario