domingo, 23 de septiembre de 2012

Tiempo de Oración - Reflexiones - Tiempo de calidad.

Tiempo de Oración

Unos años atrás un anuncio de televisión enfocaba el rostro sonriente de una preciosa joven. Aparecía mirando hacia abajo y evidentemente ocupada con cierta tarea aunque no se veía lo que hacía. Mientras desempeñaba su labor ella oraba. El anuncio hacia énfasis en ocupar tiempo para orar aunque tuvieran que desarrollarse otros deberes durante el día.
Cuando el movimiento de la cámara mostró un panorama más amplio se vio claramente que la joven cambiaba el pañal a su bebé.
¡Qué hermosa ilustración acerca de lo fácil que es para nosotros hablar con el Señor! Tal vez le sea difícil apartar un tiempo aunque sea breve cada mañana, pero en el transcurso de las veinticuatro horas del día podemos, con creatividad, encontrar unos instantes y dedicarlos a Dios.

                                          Murmuramos y rechinamos,
                                                 Nos enfurecemos y estallamos,
                                                                    Hablamos entre dientes y rezongamos,
                                                                      Nuestros sentimientos resultan dañados.
                             No podemos entender
                                                        Nuestra visión se nubla más y más,
                                            Y todo lo que necesitamos es:
                                   Tener un momento con Él.

La mayoría de nosotros estamos tan ocupados durante el día que se nos hace muy difícil apartar una porción de tiempo para orar, y no precisamente para una breve plegaria de gratitud sino unos momentos de genuina comunicación con el Señor.
Dios anhela que tengamos este tiempo juntos y nosotros lo necesitamos. Hay ocasiones para estar a solas con el Salvador, pero es necesario que con gran empeño las busquemos.
Eclesiastés 3:11
Él ha hecho todo apropiado a su tiempo.


Tiempo de calidad
¡Ocupado, tan ocupado! Ya ha pasado mucho tiempo desde la puesta del sol y aún hay tanto que hacer. Trabajo, familia, iglesia y muchas cosas más parecen demandar horas que Dios nunca colocó en el día.  Aun así, nosotros los cristianos pensamos que de alguna forma todos estos logros serán del agrado de nuestro Padre celestial.  Después de todo, la fe sin obras es fe muerta. ¿Cierto?
Al caer por fin sobre nuestras camas en la noche, ¿podemos decir que en realidad hemos pasado algún tiempo con el Padre, que con esfuerzo le intentamos complacer?
En su libro Unto the Hill (Hacia los montes), Billy Graham, relata la historia de una pequeña niña y su padre que eran grandes amigos y disfrutaban el tiempo que pasaban juntos. Salían a caminar y compartían la pasión de observar pajaritos, mientras se deleitaban en el cambio de las estaciones y en la experiencia de conocer nuevas personas que se cruzaban en el camino.
Un día el padre notó un cambio en su hija.  Si él salía a caminar ella se excusaba para no ir.  Reconociendo que la chica estaba creciendo, él supuso que era de esperarse que ella perdiera interés en su padre al ir conociendo nuevos amigos.  No obstante, su falta de audiencia le afligió en gran medida.
Debido a la ausencia de su hija él no se encontraba de muy buen ánimo durante su cumpleaños. Ella le obsequió un par de sandalias elaboradas con exquesitez por ella misma, mientras él daba sus caminatas fuera de la casa.
Al fin él dijo: querida mía, me gustan mucho las sandalias pero en la próxima ocasión cómpralas y permíteme compartir contigo todos los días.  Prefiero tener a mi hija que cualquier cosa que ella haga para mí.
¿Será posible que nuestro Padre celestial a veces se sienta solo por la falta de compañía de sus hijos?  ¿Estamos tan ocupados haciendo lo bueno, olvidamos, o estamos demasiados agotados para dedicar tiempo a solas con Él en el transcurso del día?
Al ponerse el sol sal a caminar con tu Padre Celestial.  Dedica un tiempo de calidad a hablar con Él sobre cualquier cosa.  No excluyas ningún aspecto en esa comunicación.  ¡Experimentarás dicha, y Él también!

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