En cuanto a mí, a Dios invocaré, Y el SEÑOR me salvará. Tarde, mañana y mediodía me lamentaré y gemiré, Y El oirá mi voz.
Salmos 55:16
La fe es el cimiento de todo; sin la fe no somos nada; ya sea que usted haya puesto su confianza en Dios o no, la fe es lo que le mueve a creer.
Hace algún tiempo escuché una canción que lleva por título “Si estás perdiendo la fe”, y fue precisa para el desierto espiritual en que me encontraba. No hacía más que llorar y pedirle a Dios que me mostrara la verdad de algunas cosas y sobre todo que me ayudara a realizar su perfecta voluntad.
Cuando Dios nos tiene en espera no es fácil seguir caminando porque estás pendiente de sus respuestas que algunas veces son rápidas y otras siguen un proceso largo. Solo sé que para mí fue demasiado largo el tiempo que el Señor se tomó y aún se sigue tomando, porque todavía no sé que desea de mí con respecto a una pregunta que le vengo haciendo desde hace más de cuatro meses. Camino lento como una tortuga pero en silencio.
No voy a negar que estar en desconcierto debilita el espíritu; sin embargo sé que debo poner mi confianza en Dios a pesar de todo. No es sencillo, creo que es lo más difícil; ya que le haces esa pregunta una y otra vez y parece que las oraciones no llegan al cielo.
Querido hermano(a), si en este momento se encuentra esperando una respuesta o confirmación de Dios, trate en lo posible de respirar profundamente y despejar su mente, dé un paseo aunque sea muy pequeño, trate de prestar atención a la naturaleza y conéctese con Dios. A veces es necesario que guarde silencio viendo la naturaleza en todo su esplendor y no decir ni una sola palabra.
Decirle que no pierda la fe es quizás en este momento algo difícil de decir y hasta muy monótono para sus oídos. Decirle que no pierda la calma es quizás hasta fuera de lo normal, pero lo que sí es seguro es que Dios, aunque usted haya pensando lo contrario, NO SE HA OLVIDADO DE USTED, NI DE MÍ.
Es áspero el camino que usted camina hoy, es desconsolador todo lo que tiene que vivir, a veces siente que su cabeza va a estallar de tanto pensar en la manera de salir de esa situación.
Ayer sin casi nada de aliento hablé con Dios; a veces las lágrimas también se cansan pero hay algo que nunca se detendrá: mi clamor, querido hermano(a), ése nunca morirá, ya lo proclame con mi voz o con el alma.
Debo confesar que dejé de orar en mi necedad de pensar que Dios ya no me escuchaba o estaba demasiado molesto conmigo como para dirigirme la mirada; sin embargo tengo demasiadas bendiciones como la vida, y aunque ésta parece más difícil, cobra nueva "vida" cuando la pongo en sintonía con mi identidad, la de ser hija de Dios.
Señor, sé que cometo errores a diario, peco de pensamiento, palabra y acción, tengo miles de defectos sabiendo que se perfeccionan gracias a ti. En estos momentos el panorama es totalmente incierto y las fuerzas de alabarte y leer tu palabra se han ido, me siento débil tanto física como espiritualmente pero sé que estás a mi lado. No tengo la menor idea de cómo recuperarme pero sé que tú me pondrás feliz y alegre, sé que si confío en ti más que en mí todo el mal cesará. Una vez más, sé mi escondite, mi refugio, vuelve mis ojos a ti, y apodérate de mis angustias, preguntas y dudas. Te lo entrego y, aunque mi fe está menguando, tengo la convicción de que eres mi Dios y de que todo el tiempo que hemos pasado juntos sirve para que yo no me separe de ti.
Estephany Cordova V.
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