jueves, 6 de septiembre de 2012

Esperaré en su Palabra

“Acuérdate de la palabra dada a tu siervo, en la cual me has hecho esperar” Salmo 119:49
Cualquiera que sea la necesidad que pueda tener hoy en mi vida siempre podré encontrar una promesa en la Palabra de Dios que fácilmente se puede adaptar a  esa necesidad.
Si me siento sin fuerza y cansado encuentro una promesa como esta:  Él da fuerza al cansado y aliento al de poco ánimo.  Cuando leo una promesa como esa siento el respaldo, no solamente de la promesa, sino de aquel que dio la promesa.
Si me siento solo y abandonado, Él me dice:  No te dejaré, ni te desampararé, y esa promesa me hace recordar a aquel que la dijo. Sé que Él no miente.
Sé que Él jamás dice algo que luego no cumple. Dios siempre cumple todo lo que promete.
Sí, hoy tengo hambre de Dios, deseo buscarle con todo mi corazón y alimentarme de su bondad, y encuentro entonces esta promesa…"Bienaventurados los que tienen hambre y sed  de justicia, porque ellos serán saciados".
Con estas promesas no sólo encuentro fuerza y seguridad sino que me hacen decir como el salmista: Acuérdate de la palabra que has dado a tu siervo, en la cual me has hecho esperar.
Puedo llegar con seguridad, confianza y con mucho respeto ante el trono de su gracia y decirle, Señor, Tú lo has dicho, he creído en tu palabra y en ella he esperado, y al expresarlo mi alma se llena de confianza y seguridad.
Hoy puedo esperar en las promesas de Dios y estar seguro que nunca quedaré defraudado.  Su palabra permanece para siempre y ella me hace estar confiado.
Si hoy me siento desconsolado porque el pecado me ha llevado por camino de tristeza y mis rebeliones parecen aumentar, su promesa llega a mí para decirme:  Yo deshice como a nube tus rebeliones, como a niebla tus pecados, vuélvete a mí.
Jesús ha dicho claramente: el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.  Sus promesas son como una fortaleza en medio de las dificultades y angustias diarias de la vida.
La vida a veces me sorprende pero en medio de esas sorpresas la Palabra de Dios también me sorprende con una o varias promesas que se ajustan preciosamente a la sorpresas de la vida.
Con Dios, las sorpresas de la vida no me asustan. Es más: las sorpresas de Dios me asombran.
Señor, Gracias por tus preciosas y grandísimas sorpresas, esas sorpresas son promesas y en esas promesas yo siempre puedo estar confiado.
Una promesa tuya es como un cheque girado a mi nombre por el presidente de un banco. Tú eres el creador del universo y de mi vida.
Tus promesas las puedo hacer efectivas en la realidad de tu presencia. En ellas puedo descansar.
Amén

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