
Dejando a un lado el bostezo desde el punto de vista mundano, desde el espiritual tenemos "el suspiro del alma". Si leemos "Eclesiastés", casi podemos escuchar a Salomón suspirar cuando se cansaba de una cosa tras otra, en un esfuerzo por encontrar el significado de ellas. Una y otra vez su espíritu reaccionó a las diferentes situaciones y terminó exclamando: "Todo es vanidad". Todo lo que tocaba producía un vacío. Finalmente se dio cuenta de que nada satisface excepto el Temor de Dios y guardar sus mandamientos.
Eclesiastés 2:20 Por tanto me desesperé en gran manera por todo el fruto de mi trabajo con que me había afanado bajo el sol.
"Señor, ayúdanos a ver que nuestros suspiros de desencanto con los placeres y las cosas de esta vida tienen el propósito de llevarnos a ti. Sólo Tú das significación eterna a todo lo que perseguimos".
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