domingo, 20 de mayo de 2012

El abrazo de papá- Familia

Uno de mis recuerdos de la niñez es el estar esperando fuera de nuestra casa la llegada de papá del trabajo por la tarde.
Teníamos un estacionamiento de gravilla junto a la casa y al mismo lado había un gran árbol.  Éste tenía algunas ramas bajas en las que trepábamos cuando éramos niños de 4 ó 5 años.

 Mi hermano Bob y yo esperábamos a papá sentados en una rama de ese árbol hasta que pudiésemos ver el coche de  papá entrar en el garaje y oír el sonido de la grava bajo las llantas.
Cuando llegaba ese momento, bajábamos del árbol y corríamos hacia el coche de papá. ¡No podíamos esperar a que él bajase del coche!

Todavía recuerdo el entusiasmo que sentía cada noche anticipando la llegada de papá, su bajada del coche, dándonos primero su gran sonrisa y luego tomarnos rápidamente en sus brazos para el abrazo de bienvenida.
Me sentía tan feliz de recibir ese abrazo de papá que pienso que probablemente hubiese acampado allí para siempre, o al menos hasta el desayuno, ¡para recibir aquel amoroso y cálido abrazo!

 Cuando me daba ese abrazo, podía sentir cuánto nos amaba en ese fuerte y sin embargo suave, confiable y seguro abrazo.
Estoy tan agradecida a mi papá por ese maravilloso recuerdo de su regreso a casa. Tenía varios juegos y rutinas familiares que realizaba con Bob y conmigo que mágicamente decían: “Les amo”, “Son especiales para mí”, “Son mi gozo” y “Ahora es nuestro tiempo juntos”.
Cuando papá enfermó pocos años después y no nos podía comunicar más su amor en palabras o abrazos, todavía tenía esas escenas de sus “regresos a casa para estar con nosotros” de las cuales sacar seguridad de su continuo amor por nosotros.
Han pasado ya casi 25 años desde que mi papá murió y sin embargo mis recuerdos de él de mi niñez temprana continúan siéndome una fuente maravillosa de inspiración.  Recuerdo los grandes momentos que pasamos juntos cuando aún era joven; su vibrante sonrisa, sus chistes tontos y el humor juguetón de sus rutinas. 

Pero de todos los gratos recuerdos que Bob y yo tenemos de nuestro tiempo con papá, la “espera por el abrazo de vuelta a casa” es, para mí, el mejor de todos. Y cuando pienso en papá regresando a casa todavía puedo recordar la brillante sonrisa que nos daba, sus largos brazos extendiéndose hacia nosotros y la sensación de su cálido abrazo al levantarnos del suelo.
Cada vez que pienso en ello, es como si papá estuviese allí conmigo una vez más y puedo sentir su amor dentro de mí de nuevo.
Gracias papá, ¡te amo!

Este artículo nos llama, a quienes somos hijos, a valorar el cariño y amor recibidos de parte de nuestros progenitores… pero también nos provee de una singular perspectiva de la vida a quienes somos también padres de familia.  ¡Cuán curioso e interesante nos resulta descubrir el impacto de nuestras acciones—muchas veces a las que damos menos importancia—en la vida de nuestros hijos!
Ciertamente vale la pena rescatar que los tiempos juntos a papá resultan ser los recuerdos más tiernos e importantes para nosotros, niños. De igual manera, nuestro Padre Celestial ha hecho tanto por nosotros y necesitamos no sólo valorar Sus obras pero también Su amor por cada uno de nosotros.

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