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Me llamo Clint y conocí a John durante un viaje pastoral a un país de África, concretamente a Kenia
Realmente hermoso este país. Este John era, y es,
un personaje, realmente pintoresco. Tenía muchísimas experiencias en su vida. Gracias a Dios tuvo muchas vivencias. Había, no obstante, algo en él que me intrigaba. Algo
ocultaba que recientemente le sucedió. Me hice amigo de él a sabiendas que mi
intención inicial era saber qué era lo que guardaba para sí. Era un secreto
solamente compartido con Dios. Con nadie más. Pretendí, entonces, que
adquiriendo confianza, poco a poco, me contara aquello guardado en su corazón.
Los dos éramos ministros de la Iglesia
Evangélica Bautista, y no tardé mucho en que nuestra confianza
mutua hiciera viable que me contara qué le sucedió.
Resulta que un día había quedado con su hijo al cual no veía desde
hacía bastante tiempo. Él contaba, ya, con 23 años. Era mayor de edad por
consiguiente. Y también era mayor de edad cuando tres años antes participó en
la tremenda e injusta demanda civil en la que figuraba como testigo contra su padre, contra John.
No solamente eso sino que, una vez que la parte demandante, perdió el juicio
por mentirosos, abusadores y por la falta absoluta de pruebas, recurrieron la
sentencia. ¿¿¿Sin comentarios??? Naturalmente, John, ganó el juicio, amén de
por la total falta de pruebas, porque en el mismo declaró que no sentía ningún
miedo ya que su mejor amigo, Dios,estaba con él. Solamente creía en la justicia divina. Y además tenía junto a él la Biblia, la palabra de Dios.
Al decir esto se acabó el juicio y lo ganó. Decía que, como consecuencia de
todo, la relación con su hijo quedó rota. No existía, entonces, comunión
ninguna entre los dos. Igual que como cuando pecamos nos apartamos de Dios. Entonces
se produce un cortocircuito en nuestra comunión con Él. Hasta que reconocemos
nuestro error y le pedimos perdón sentidamente. Esa era su pretensión con su
hijo aquel día que quería hablar con él. Pero ya desde el principio quedó claro
que iba a ser imposible porque su hijo, no solamente no reconoció su equívoco, sino que lo único que pretendía era hacer culpable a su padre de su toma de
decisiones. Decía cosas como que era totalmente imperdonable su actitud, etc.
¡¡¡Uff!!! Difícil solución tiene esto, se dijo John, que quiso aprovechar el
tiempo apartándose de su intención inicial de arreglo, para hacer lo posible
para que su hijo se acercara cuanto menos a Dios. Otra misión nada posible en
ese momento, más si cabe cuando su hijo calificó eso de “paparruchas e
inutilidades”. John aguantó lo inimaginable. Pero ya no pudo más y, consecuentemente, la reunión acabó
como antes de empezar. Sin solución ni visos de arreglo, salvo cuando Dios lo
considere oportuno.
Estaba
sufriendo lo indecible. Era algo insufrible recordar todo lo que pasó, cuando
John reparó en: “Cuando no puedas sobrellevar tu carga cuéntaselo a Dios y Él
te ayudará”. Y eso hizo entonces. Dios estaba caminando con él. Humildemente le contó a Dios lo que le había
pasado, que no podía más, que necesitaba su ayuda y que delegaba en Él,
delegaba en su poder, para cuando lo considerase oportuno solventara el
problema. Y ese fue el mayor acierto que cometió ese día. Fue lo más indicado y
lo que constantemente leemos bíblicamente: “Dios siempre estará contigo. Cuando
con fe le pidamos ayuda y le digamos: Dios, te necesito, Él siempre estará
presto para ayudarnos, para ayudar a sus hijos”.
Conseguí
que me lo contara y ahora doy gracias a Dios por ello, y os lo cuento a
vosotros.
Espero
y confío que os sirva.
Bendiciones
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