El otro día me sentía mal. Me asaltó la depresión. Pensaba cientos de cosas, y todas me conducían a lo mismo. Todas me hacían sentir pesaroso. No sabía cómo salir de esa "pesadilla", cuando me dije: ¡claro, si tengo a mi mejor amigo, tengo a Jesús, debo acudir a ÉL! Pensé en ÉL, oré, le dije qué era lo que me estaba pasando, le rogué, y cuando me giré..., ÉL estaba ahí.
Dios no abandona nunca a los que le quieren, no abandona a sus siervos, no lo hace a sus hijos. Y yo noté, como dice la canción de J. A. Romero, su presencia. Ya no tenía miedo pues ÉL estaba conmigo.
"En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor, porque el temor lleva en sí castigo". 1 Juan, 4-18
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