Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar (Mateo 11:28).
A los 54 años, participé en una maratón con dos objetivos: terminar la carrera y hacerlo en menos de cinco horas. Mi tiempo habría sido asombroso si la segunda mitad del recorrido hubiese ido tan bien como la primera. Pero la carrera era extenuante, y el segundo aliento que esperaba nunca llegó. Cuando crucé la línea de meta, mi paso firme se había convertido en una caminata dolorosa.
Las carreras pedestres no son las únicas que requieren la fuerza de un segundo aliento; la carrera de la vida también. Para avanzar, las personas cansadas y agobiadas necesitan la ayuda de Dios. Isaías 40:27-31 combina maravillosamente poesía con profecía para consolar y motivar a quienes precisaban fuerza para seguir: el Señor no está distante ni desinteresado (verso 27) como para no darse cuenta de nuestra situación. Estas palabras son tranquilizadoras, y nos recuerdan el poder y el conocimiento ilimitados de Dios (verso 28).La fuerza del segundo aliento que se describe en los versículos 29-31 es la exacta para nosotros, ya sea que tengamos que proveer para nuestras familias, luchar contra dificultades físicas o financieras, o enfrentar tensiones de relaciones y desafíos espirituales. Los que esperan en el Señor, meditando en su Palabra y orando, tienen esa fortaleza a su disposición.
Señor, ¡renueva hoy mis fuerzas!
¿Cuándo te dejaron sin aliento las circunstancias de la vida? ¿En qué área necesitas la fortaleza de Dios?
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