Cuentan que una vez un hombre envió a su joven hijo a llenar un cántaro al río, y le dijo que volviera lo antes posible. El joven obedeció y fue hacia el río mientras su padre le observaba de lejos.
– ”Por qué no sumergiste el cántaro en el río? No veías que el agua de la cascada era demasiada para el cuello del cántaro?”. El hijo contestó:
“Sí, pero es que quería llenarlo lo más rápido posible”.
Frecuentemente en nuestras vidas, tratamos de ”llenarnos” a nuestra forma en un mundo acelerado y convulsionado. Dios conoce nuestra capacidad y sabe que si hacemos las cosas como queremos podemos hacernos daño, ya que no estamos capacitados para hacerlo en ese momento; por eso logramos las cosas a medias y el agua que conseguimos no es pura ni cristalina, sino turbia.
Queremos tener todo ”ya”, y en el proceso muchas veces nos lastimamos por no dejar que Dios nos sumerja poco a poco en la corriente calmada del río.
Dios conoce tu capacidad. No quieras hacer las cosas en tu momento, pues Dios desea llenar tu cántaro hasta el borde, pero en SU momento y según tu capacidad.
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